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Nos sentamos en el pequeño banco, lo más adentro posible de la sombra del árbol. La belleza del paisaje aún me impresionaba. La luz del sol proporcionaba más colores de los que lo hacía la luz de la luna. Me escocían los ojos por su intensidad pero no podía apartar la vista mientras el té se enfriaba en mis manos.

Una rama tierna del árbol bajó y una de sus hojas tocó mi frente, el viento la balanceó de manera que parecía un niño palmeando mi piel, dándome ánimos. 

La presión en mi pecho había disminuido tanto que ya no la sentía. Había sido buena idea ir a ver a Chan después de que mi madre se fuera. Pensé en llamar a mis hermanos inmediatamente, pero me encontré caminando por los pasillos hacia donde el olor de su té me guiaba. Y lo había encontrado perdido en sus pensamientos, tan ensimismado que no me había oído llegar.

—Se te va a enfriar —Me recordó sorbiendo su propia taza.

La llevé a los labios y me calentó por dentro haciendo que doblara la espalda y acercara la taza caliente al pecho. No tenía frío exactamente, era más bien una sensación de vacío. Me había mostrado todo lo entera que pude cuando mi madre me dijo todo aquello, y no dudaba de sus palabras, no se me ocurriría, pero no podía pedirme que lo madurara en cinco minutos.

—Chan. 

—Mm. 

—¿Sabes algo de una guerra? 

Él mantuvo silencio por unos segundos que hablaron más de lo que podía decir.

—Habla conmigo. Yo ya lo sé.

Sorbí más de mi té. Suspiró y se inclinó para apoyar los codos en las rodillas.

—No esperaba que lo supieras. ¿Te lo dijo tu madre? —Asentí—. ¿Qué quieres saber?

—¿Qué quieres contarme? —Él guardó silencio, pensativo—. Es todo tan nuevo que no se me ocurren preguntas. Aún estoy tratando de asimilar que he visto a mi madre muerta, mucho menos puedo creerme del todo, todo lo que me dijo.

—¿Te habló de los dioses? —Asentí—. Eso ya es mucho, la verdad...

—¿Sabías que la Diosa me había marcado?

Él me miró con el ceño fruncido.

No lo sabía. 

Tiré del cuello de la camisa y le enseñé el arquito bronceado de la parte de arriba de mi escote. Lo que ahora sabía que era una luna creciente.

—Tengo las tres fases de la luna tatuadas. Mi madre dijo que era su marca.

Coloqué la mano sobre mi pecho y pude sentir exactamente dónde estaban las marcas. 

Chan parpadeó un par de veces antes de soltar una carcajada baja, de las suyas, roncas. Dejó la taza en el banco antes de quitarse la camisa.

—¡Pero qué haces!

Aparté la mirada sintiendo que hacía calor de repente. Qué idiota me sentí. No era como si no hubiera visto el torso desnudo de un hombre antes... 

—La Diosa también me marcó.

Volví a mirarlo como si me hubiese dado un latigazo de información. La espalda del brujo parecía la de un nadador y sus músculos se apreciaban mejor con la luz del día iluminando indirectamente su piel. Pero todo ello no fue lo que llamó mi atención. En el surco que hacía su columna vertebral y hacia abajo, tenía un tatuaje con una tinta de un color terroso casi como un pigmento unos tonos más oscuros que su piel. Las tres fases de la luna en vertical, perfectamente dibujadas. Como la mía.

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⏰ Letzte Aktualisierung: Jul 27, 2022 ⏰

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