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Después de unos minutos mis músculos estaban hechos papilla pero la visión volvió poco a poco hasta que lo vi todo del revés. No, yo estaba tumbada sobre la hierba. Comencé a ver las briznas verdes de la maleza salvaje del aquelarre, más real, más viva y especial que nunca, las luciérnagas que por allí pululaban pasaban entre los pies de los demás como si fueran cualquier parte del bosque, como uno más. Ignoré mi propia respiración condensada por el frío de la noche mientras disfrutaba de la sensación placentera del simple hecho de llenar mis pulmones con aire. Oí los tonos de voz de mi hermano y de los dos brujos pero ni quería prestar atención ni podía.

Lila se arrodilló cerca de mi mano lánguida donde antes había estado apretando un puñado de hierba frente a mi cabeza y me miró a los ojos sin decir nada. Pareció entender que no quería hablar, solo quería descansar allí y dejar que el frío nocturno me dejara entumecida. 

A decir verdad, ya no me dolía el hombro, y eso era mucho decir ya que solo me sentía cansada. Las veces anteriores, cuando Él me tatuaba con la tinta emponzoñada, había estado días vomitando, mareada y consciente a ratos. No sabía de qué estaba hecha la tinta que ahora me cubría brazos, hombros, pecho y abdomen, pero ahora y aunque mi mente no funcionaba del todo bien, podía decir que tenía algo de veneno demoníaco. 

Pensándolo bien, no podía ser cualquier veneno, ¿no?

Cuando mis pensamientos se apagaron, secos, por primera vez mi mente dejó de pensar y escuchó a mi cuerpo cuando lo necesité y cerré los ojos. 

Entonces una gruesa tela me envolvió los hombros antes de levantarme en brazos. No es que pudiera resistirme demasiado, pero igual miré mal al que me había cargado en sus brazos a pesar de que la cabeza me pesaba.

—Te he tapado la herida, no la voy a tocar —informó el brujo.

—Cele —me llamó Changbin—. Vas a quedarte por unos días aquí. Chan te ha prometido refugio y vendremos a verte a menudo, ¿vale?

Vale.

—Sus constantes están bien. Creo que solo está cansada —aportó Chan.

Silencio después y Lila se acurrucó en mi pecho. A parte de que no me sentía con fuerzas, no podía abrir la boca para calmarlos.

Entonces Changbin se inclinó y dejó un beso sobre mi frente, acariciándome el pelo.

—No te abandonaré.

Nunca, jamás, había pensado ni por un segundo que me abandonaría a mi suerte.

Quizá era eso lo que más me daba miedo. No me engañaba, lo más probable era que más monstruos vinieran a buscarme, y si de algo estaba segura era de que tendrían que pasar por el cadáver de mi familia antes de que me llevaran. Pero eran enemigos que no conocíamos nada de nada.

Cerré los ojos un momento. Sólo un momento para que dejaran de arder y luego me esforzaría por idear un plan de defensa mejor del que teníamos.

Solo un momento.

--🦇--

Cuando volví a abrir los ojos estaba tendida en una cama, tapada con un edredón de calidad media pero abrigado y, aunque debí ponerme a comprobar exactamente dónde estaba y los modos de escape de esa habitación, la verdad es que esta era una de las pocas veces en las que me había sentido segura en mucho tiempo.

Así que volví a cerrar los ojos y me subí el edredón a la nariz para volver a dormir.

--🦇--

Me desperté de un sobresalto cuando alguien golpeó la puerta.

—¿Estás despierta, Princesa?

La voz de Chan amortiguada por la puerta alivió la tensión que mi cuerpo había adoptado por el susto. 

Dux Et General [2] Where stories live. Discover now