LIBRO 2- TÚ ERES MÍA.
ALMAS GEMELAS.
(((CORRIGIENDO Y EDITANDO)))
Se habían separado y aun así estaban unidos por el hilo del recuerdo. Más de un año distanciados y sus corazones seguían unidos, cada uno solo añoraba la presencia del otro, sus ojos...
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Demian.
No tengo escapatoria... Siempre me he asegurado que yo me adueñé de su cuerpo, de su mente y de todo lo que la hace sentir, pero no, fue ella la que se adueñó de mi... Soy suyo, ella me quita las ganas de estar con alguien más y sacia mis más incontrolables deseos. Esta mujer es el mismo demonio disfrazado de ternura, porque en ella veo reflejado una parte de mi.
-¿Te gusta así?-Susurro cerca de su oído ondeando mi verga en su cuerpo.
Tengo una mano en su cuello ejerciendo presión en mi agarre mientras le embisto el coño desde atrás. La tengo empotrada en el ventanal de nuestra habitación.
-Si-Dice jadeante.
-¿Qué?-La embisto.
-Sí, me gusta... Mmm, me encanta...
-¿A quién le perteneces?-Deslizo una mano a su clítoris mientras lamo su cuello.
-Jodeer...-Lleva su cabeza hacia atrás mordiéndose los labios cuando mis dedos tocan su punto de placer y mi erección no deja de arremeter en su cavidad.
-Dilo-Aprieto su cuello-¿A quien le perteneces?.
-A tí amor... Solo a tí.
Me clavo profundo, rápido, deslizando mi erección en su cuerpo haciendo que su carne palpite succionandome la verga.
Por mis venas en vez de sangre corre alcohol, y la adrenalina toma posesión de mi cuerpo. Desde aquí podemos ver el cielo cambiando de tonalidades anunciando así, que ya no falta nada para que amanezca.
Es mi cielo. Hacer el amor con ella es mi segunda cosa favorita, lo primero es escuchar mi nombre en sus labios mientras jadea y cuando eufórica estalla en su orgasmo.
Mil mujeres viven en ella, es fuego, es agua, es calma y caos, mala y buena, perversa y tierna. Mi ninfómana demente que me incita a querer arder en sus llamas por el resto de la eternidad. Porque ella alimenta mi hambruna carnal. Siempre será, el vicio que me apega, la droga que me mata y el antídoto que me salva.
Entierro mi mano en sus cabellos pegando su cara del ventanal, me deslizo en su cuerpo sin sutileza y con salvajismo. Está preñada de mí, y aún así es capaz de soportar este voltaje que emano, mi depravación, mi brutalidad.
Su carne palpita. Mi mano baja a su cuello apretándolo y lo lleva a mi hombro. La miro, sus ojos cerrados y su boca entreabierta. Me agito rápido y seguido, profundo y entero, dificultando nuestra respiración. Deslizo una mano entre sus pliegues y estalla. Su elixir moja mi mano para después correr por sus piernas. Mi verga se hincha, temblando y mi derrame llega vaciandome en ella, erizándome la piel.
Mi mano no deja su cuello cuando bajo mi cara para besarla, después suelto su boca, abre sus ojos encontrándose con mi mirada.
Está sudada, cansada y sin fuerzas para seguir, y no es para menos, tenemos toda la madrugada en esto.
