Capítulo 32. Índice máximo de maldad

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Tenía tanto tiempo que no me reía como lo había hecho hasta ahora, ¿acaso había escuchado bien? En mi interior me carcajeaba, pero en el exterior solo dejaba salir unas cuantas hileras de risas ante la incomprensión de lo que había dicho la directora

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Tenía tanto tiempo que no me reía como lo había hecho hasta ahora, ¿acaso había escuchado bien? En mi interior me carcajeaba, pero en el exterior solo dejaba salir unas cuantas hileras de risas ante la incomprensión de lo que había dicho la directora.

— Es graciosa.

— No le veo lo gracioso. —Soltó ella, haciendo que mi risas callaran al instante.

— Es... Es imposible que mi índice sea el mejor de la generación.

«¿Acaso estás fingiendo modestia?». Susurró mi voz interior aun con las risas palpables por lo comunicado por la directora. La ignoré.

— Según estos documentos, tu índice pertenece al rango superior de la universidad y comprende el de un noventa y ocho por ciento, punto cuatro. Después de ti se encuentra Floyd Redwood de la carrera de astrofísica con un noventa y seis punto ochenta y cinco. —Leyó nuevamente el documento que había tomado de la mesa para llevarlo a sus piernas cruzadas—. Eso te hace a ti su-

— Entiendo el punto, pero...

— ¿Pero...?

«Sí Kylee, ¿"Pero..."? ¿Qué pasa? ¿Ahora tienes miedo de tus capacidades?»

«No tengo miedo a mis capacidades, es que... no entiendo como pude alcanzar ese índice. La última vez que revisé estaba en apenas algunos noventa y cinco, ¿cómo pude ascender a tanto?»

«Y eso que nos importa...». Susurró de manera muy relajada mi interior. «Solo acéptalo, ese es el cálculo final, tú eres una genio, ¿recuerdas? Nada  ni nadie puede contra ti».

Esas palabras me daban muy mala espina.

— ¿Kylee? —La voz de la directora me llamó la atención e hizo que volviera al presente—. ¿Te sientes bien? Creo que estás algo pálida.

— No, no... Es que, estaba intentando recordar mis calificaciones y... No importa. Si usted dice que soy la mejor calificación de mi generación, entonces...

— Entonces, solo queda esperar tu entrega de la tesis, luego de eso quiero que seas la que ofrezca el discurso hacia los graduandos y recibas el galardón que hace honor a tu índice.

Ella cerró la carpeta y la volvió a colocar sobre la mesa sin dejar de mirarme fijamente, movió su silla de un lado a otro con suavidad como si meditara que más debía decir para esta situación.

— Debo decir que... Me sorprende ese tipo de conducta para una persona que tenga dicha calificación, ¿sientes que no te pertenece? —Su ceño se frunció y fijó sus ojos en los míos, como su buscara una pizca de falsedad en lo que sea que respondiera. Sin embargo, había un problema en su análisis. Y era que, solo un mentiroso...

«... Podría saber si en realidad esto mintiendo».

— No. En realidad, considero que sí me pertenece, lo que no creía era que estaba por encima de todos aquellos que, al igual que yo, se han esforzado en sobresalir.

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