Capítulo 11 - La corona de fuego -

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Llegaron al palacio de nuevo, tan rápido como los caminos, el taxi y sus piernas se lo permitieron. En cuanto llegaron y cruzaron la entrada, el grupo pidió hablar con el rey, cuando consiguieron el permiso entraron a su sala, más, sin embargo, se le negó el paso a Percy, así que él se quedó detrás de la puerta a escuchar la conversación.

— El dios de la destrucción nos ha dicho que la guerra a la que fue mandada el espíritu Azuro sucederá dentro de 20 años, señor — le dijo Demira, era más que probable que estuvieran arrodillados, o eso imaginaba Percy.

— ¿No les ha revelado el lugar exacto, ni la fecha, ni el enemigo a vencer? — pregunto Basteris, era seguro que caminaba rodeándolos, se escuchaban sus botas con refuerzo metálico.

— No, señor, — respondió Terion — el dios Shiva nos ha negado a darnos más información que el lapso de tiempo en que ocurrirá dicho evento.

— Entonces solo hay una cosa que hacer... — el salón enmudeció ante los oídos de Percy por unos segundos — denle a Deyxam, mi nieto, las reliquias de guerra más poderosas que tengamos en el reino.

— Pero señor — dijo Demira alertada, Percy lo notaba por el ruido que había generado al levantarse de su anterior posición —, aquellas reliquias han sido resguardadas para dárselas a los guerreros que participen en la guerra.

— Deyxam es un guerrero y él participará en aquella guerra, no hay más vueltas que darle a este asunto, dentro de unos momentos se hará la proclamación y para cuando llegue cada uno le dará una de estas reliquias.

— No deberías estar escuchando detrás de las puertas — le dijo Niara a Percy y este dio la vuelta evitando el susto por completo, su madre esperaba darle una sorpresa, pero parecía resbalarle ese sentimiento.

Se miraron fijamente por unos momentos hasta que Percy decidió retirarse del lugar pasando por el lado de la General, en cuanto estuvo a su rectura ella lo tomo del brazo deteniendo su paso.

— Hijo, sé que estás molesto conmigo — le dijo su madre con una lágrima en los ojos.

— ¡no me llames así! ¡¿acaso no sabes todas las cosas que tuve que pasar?! — le respondió Percy botando el brazo de su madre — toda la infancia que tuve, los traumas que me quedaron, las veces que he tenido que dormir en el frío y los maltratos que tuve que soportar.

— Sé que hice mal, pero te juro que te busqué, y ahora que te encontré solo quiero apoyarte y que sepas que te quiero.

— Debiste pensar en eso cuando nos abandonaste, cuando me abandonaste — dijo seriamente y comenzó a marchar.

— No te pierdas, te coronarán dentro de poco el día de hoy.

Percy se detuvo y la observo por un instante con el ceño fruncido, volvió a ver hacia el frente y continuo su camino lejos del castillo. Había caminado por aquella ciudad de demonios buscando un lugar donde pudiera estar solo, como resultado termino apoyado en una baranda de un mirador que daba la vista a un extenso terreno entre dos montañas que mostraba animales del lugar comiendo y bebiendo del río que pasaba entre ambas elevaciones.

— Es una hermosa vista — le dijo una voz, era Saria, se puso a su lado levitando lentamente en el aire.

— Parece ser que la gente aquí no dice hola, debe ser con la intención de asustarse... espera un momento ¿Cómo que hermosa vista? ¿Puedes ver?

— Ah, eso, no, claro que no — dijo agitando las manos frente a él con el rostro sonrojado. Percy aún no sabía como llamarle a eso, porque su piel es roja y no se podría sonrojar — solo imagine que como te quedaste viéndolo era bonito para ti.

El Primer Héroe - El único deseo del demonio [Rojo y los héroes del nuevo mundo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora