12 - Complicaciones. Parte 2

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«El amor es así, llega sin buscarlo, sin premeditarlo

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«El amor es así, llega sin buscarlo, sin premeditarlo. Sin un plan para conseguir novio. Aparece y se cuela hasta en lo más profundo de nuestro ser. Duele, sí. Sobre todo, si la persona no es la adecuada», pensó a la mañana siguiente en cuanto se despertó. Se debatía entre lo correcto y lo incorrecto de la relación que había accedido a tener. «No puedes hacerle esto a Benjamín. Él es un chico bueno, se preocupa por su familia...», se convenció finalmente. No quería llegar a un momento de su vida y detenerse a pensar qué habría sido de ella si hubiera tomado la decisión correcta. Aunque técnicamente ya lo estuviera haciendo.

Y como la vida de Eissi era una montaña rusa, las complicaciones pronto comenzaron a llegar. Aquel viernes por la mañana, mientras Astrid se alistaba para ir a la escuela. Recibió una notificación en su teléfono. Entre tantas ideas, tomó el móvil, abrió la aplicación y se alarmó ante un mensaje amenazante, así lo percibió en primera instancia.

Astrid, la chica que siempre se salía con la suya, esta vez, había sido descubierta.

"¿Quién eres? Ya te he reportado. ¿Sabías que robar la identidad de una persona en Internet es un delito?". Escribió la verdadera chica de las fotos que Eissi había empleado en su cuenta fake.

Para ese entonces Astrid había publicado poco más de treinta fotografías de la chica. Claramente no había sido un error.

"Ya he avisado a la Policía Cibernética, créeme, irás a la cárcel". Finalizó la dueña de las fotos.

Astrid se quedó helada, la habían descubierto y la chica estaba dispuesta a enviarla a la cárcel. Asustada y alarmada, sintió cómo un frío le recorría la espina dorsal. Su fin había llegado.

"Ah, y no te molestes en borrar la cuenta. He tomado capturas de lo que has hecho, la Policía Cibernética va en camino". Añadió, por si el susto no pudiera ser peor.

Movida por la culpa y la noticia de haber infringido una ley, se apresuró a borrar la cuenta, a poner su teléfono en modo avión y a no lanzarlo por el retrete que, al instante, había sido lo primero que se le había ocurrido.

Ahora sus asuntos amorosos se reducían a nada, carecían de sentido. Tenía un problema mucho mayor y ese era: ir a la cárcel.

¿Qué pensaría su madre? ¿Qué diría Matías?

Ahora sí había hecho una locura.

—¿Por qué tenía que existir Internet? ¿Por qué tenían que existir las redes sociales? ¿Por qué incluso los menores de edad podemos tener cuentas? —Reprochaba una y otra vez lamentándose por no haber hecho uso adecuado de la tecnología.

Ahora era momento de correr, de esconderse bajo una roca y de arrepentirse por las malas decisiones que había tomado en la vida.

—Maldición, ¿esto es porque me robé un dulce cuando era pequeña o porque acepté salir con Benja y no hablé con Meyson? ¡Dios! ¡Quítame el castigo! —imploró a un ser todopoderoso que quizá tuviera mayores problemas para poder escucharla.

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