8 - La cita

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El momento había llegado

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El momento había llegado. Las manecillas del reloj marcaban su curso y no se detendrían hasta que la batería se agotase, pero para ella, el tiempo parecía haberse congelado. Especialmente cuando lo vislumbró esperando frente a la puerta de su casa, recargado en el lateral de su auto. Con el móvil en la mano, enviándole un texto para avisarle que la esperaba afuera.

—Hola —sonrió en cuanto la vio salir.

¿Podía ser una cita? No iban de etiqueta y sin embargo parecía uno de esos momentos que pasan en las películas, cuando el chico va a la casa de la chica para ir a la fiesta de graduación. Aunque aquí era para ir al karaoke.

Ella lucía fantástica, llevaba una playera a rayas, algo holgada y de manga corta, además de un short de mezclilla y un par de tenis blancos. Llevaba el pelo recogido en un rodete, con ligeros mechones de cabello saliendo a los lados.

—Hola, estoy lista —mencionó regalándole una sonrisa.Alexander había quedado maravillado, le encantaba su estilo casual.

La recibió con un beso en la mejilla y se apresuró a abrirle la puerta, después ingresó él y pisó el acelerador. Sin duda, iba a ser una noche fantástica.

—¿Ya pensaste qué quieres cantar? —preguntó mirándola de reojo.

—Sí, hice una lista —expresó sarcástica buscando en su bolsillo.

—De acuerdo, lo siento... ¿Y qué tal vas con Benjamín? —Sintió la sangre hervir al insinuar que entre ellos había algo. No lo quería así, pero debía asegurarse y evaluar las condiciones del terrero. De llegar a estar minado, debía caminar con cautela.

—¿Con Benjamín? ¿Él te ha dicho algo? —cuestionó con intriga.

—No, no. Es solo que... creí —divagó con la vista hacia enfrente.En su cabeza Astrid comenzaba a imaginar dos historias, en una de ellas las cosas terminaban bien con Benjamín, aunque Meyson se lo pasaba mal al presenciar el final de la boda. Ni hablar del desastre que habría provocado con los invitados, las copas de champagne sobre el piso y el pastel hecho puré.

En la otra, las cosas iban de maravilla con Meyson, pero Benjamín sufría al no haber sido él el afortunado padre de dos hermosos bebés. Recostado sobre el sofá y comiendo frituras mientras observaba cada una de las fotografías que la pareja compartía en Instagram, sobre sus viajes alrededor del mundo.

Vaya, en cualquier caso, alguien tenía que sufrir. ¿Por qué la vida era así?

—¿Creíste que salía con Benja? —intervino al cabo de unos segundos.

—Sí, porque en las pocas ocasiones que lo he visto no deja de hablar de ti —explicó deseando no haberle dado motivos para salir con él en cuanto se lo propusiera.

—Ah, ¿sí? Pues... no se ha animado a decirme nada. Tampoco es que lo esté esperando —se apresuró a mencionar para no dar la impresión de estar desesperada por el chico—, quiero decir, lo ha insinuado, pero no sé si está de broma o no.

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