17 - El inicio de algo. Parte 1

7 4 1
                                    

—Tú eras esa chica, ¿cierto? —preguntó Meyson caminando a su lado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Tú eras esa chica, ¿cierto? —preguntó Meyson caminando a su lado.

Parecía disfrutarlo o por lo menos, intentaba no pensar mucho en lo que había sucedido. Ella tenía razón, cada uno es responsable de sus propias decisiones y aunque se creía incapaz de olvidarlo, sabía que en algún momento el dolor iba a disminuir.

Les había tomado algunas horas llegar al sitio. Ahora respiraban con mayor tranquilidad. Casi podían percibir el final de la aventura. Astrid lo miró por algunos instantes y mientras continuaba con la caminata, respondió:

—¿Qué chica?

—Una tarde, en un bus. Una chica y un chico...

—¡Noo! ¿En serio? —Se detuvo frente a él, sonrió y recordó un evento que había acontecido hacía mucho tiempo, muchísimo en realidad—. ¿Eras tú? ¿Cómo lo supiste? —preguntó con entusiasmo.

Él alzó los hombros y sonrió con satisfacción.

—Lo supe cuando te vi en el lago. Recuerdo haber visto el mismo perfil, con los rayos del sol sobre tu pelo, tus mejillas, tus ojos. Al principio lo creí parte de una alucinación, incluso pasado el tiempo, llegué a creer que lo había imaginado.

—¡No puede ser! ¡Eres ese chico! Es que no me lo creo, es como una explosión en el cerebro —expresó con encanto, incapaz de creer lo que le decía—. Te seré sincera, permaneciste en mi cabeza por mucho tiempo... Me enamoré de ti.

—¿Sí?

—¡Por supuesto! Cuéntame cómo fue, quiero decir, conozco mi versión, pero no la tuya, ¿qué pensaste? ¿Por qué no pediste mi número? ¿Por qué no me dijiste tu nombre? Maldición, de haberlo sabido.

—No lo sé... para cuando me di cuenta ya te habías ido. Tú tampoco me dijiste nada. Creí que no te había interesado.

—Ese momento fue irreal, ¿sabes? Como en las películas. ¿Cómo no nos dimos nuestros números? Fuimos románticos ¿no? Confiamos en el destino, fue eso o fuimos unos completos idiotas.

—Creo que fuimos idiotas —sonrió Meyson mientras la tomaba de la mano.

—Cuéntame, ¿cómo ocurrió? —quiso saber.

Meyson mantenía el paso para subir la colina, detrás de ella estaba el cementerio.

—Se me había hecho tarde para llegar a casa. Verás, mis amigos y yo le habíamos hecho una broma a un profesor que nos tenían manía. Ya imaginarás cómo terminó todo, nuestras acciones no fueron del agrado del director. Según recuerdo, dijo que en su institución no se toleraba la falta de respeto hacia los profesores —mencionó con gracia imitando su voz—. Nadie podía ir a casa hasta que las áreas verdes del colegio estuvieran libres de basura. Era el cumpleaños de mi hermana menor y le había prometido que llegaría temprano. En realidad, estaba molesto y preocupado por no llegar a tiempo —explicó.

»El transporte que en ese momento tenía más cerca era el autobús. No dudé ni un segundo en tomarlo. Llegué cuando estaba a punto de partir, ¿lo recuerdas? Subí corriendo como cuando se te ha hecho tarde para llegar a clases —sonrió al recordarlo.

»Dirigí una mirada panorámica para encontrar un asiento disponible. Bueno, eso pensaba hacer, porque con la primera persona con la que crucé la mirada, fue contigo. Tenías un lugar libre. Me venía perfecto. Era como si me hubieras estado esperando. Sonreíste e intentaste no darle mucha importancia. Conectamos desde el primer momento —expresó con una sonrisa pícara—. Parecía que estabas ahí, pero al mismo tiempo era como si te hubieras transportado a otro planeta.

»No hizo falta pensarlo, caminé y me senté a tu lado. Tú disimulabas manteniendo la mirada en el móvil, después lo guardaste. Creo que lo preferiste así para poder enfocarte en mí, no lo sé. Fue mi impresión —expresó alzando los hombros.

»No sabía qué hacer, quería hablarte pero ¿y si no me respondías?... Tuve que pensar en algo.

—Me preguntaste por la hora —sonrió con nostalgia.

—Escuché tu voz... pensé que no podía existir nada mejor que tú.

—Pero tardaste en hacer otra pregunta —recordó pensando en cómo no había podido reconocerlo cuando lo volvió a ver. Había pasado tiempo. En cinco años poco a poco fue olvidándose de sus facciones.

—Esperaba que dijeras algo más. No lo sé, aún estaba nervioso... mira no sé cómo describirlo. No quería arruinarlo. Respiré hondo, sabía que tú también querías hablar, que habernos encontrado había sido más que una coincidencia. Algo me hacía saber que estábamos destinados a estar ahí. Me volví hacia ti y comenzamos a conversar.

—Lo recuerdo. Dijimos mucho, aunque nuestros nombres y la información de contacto quedaron en el anonimato.

—Sí, una pena. Siempre pensé que, si tú y yo debíamos estar juntos, ya volveríamos a encontrarnos.

—En cierto modo creo que fuimos románticos. ¡Míranos ahora, después de cinco años nos reencontramos!

—Si me lo hubieran dicho antes habría creído que nuestra historia formaba parte de una novela.

—No habría estado mal que hubieras corrido tras de mí en lugar de tomar el taxi. Como en las películas —suspiró al imaginarlo.

—Tampoco habría estado mal que hubieras caminado hacia mí y me hubieras besado para impedir que tomara el taxi.

—Ah —suspiró con el bello semblante que uno tiene cuando está enamorado—. Míralo así, tenemos una bonita historia de amor para contar. Pasamos por mucho. Siempre nos pertenecimos.

Alexander la abrazó y la besó con ternura. Ante una segunda oportunidad, lo mejor era saber aprovechar el momento, disfrutarlo y esta vez, hacerlo bien.

—Me gustas —mencionó al separarse de ella. Sintiéndose agradecido por estar a su lado.

Meyson se tomaba su tiempo para contemplarla, reconocía que era lo mejor que le había pasado en la vida. Quería mantenerla por siempre en sus recuerdos.

Se había enamorado y esta vez, era correspondido.

Proyecto VenusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora