Capítulo veintidós

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El cumpleaños de Ellio será pronto, en los primeros días de Noviembre y aunque se supone que todos deberían de estar felices, pareciera que una nube gris se ha posado por encima de la casa.

Y la razón resulta muy obvia.

Dos días después de su nacimiento, la madre de los niños murió y eso es razón suficiente como para que la energía se sienta apagada. Los niños han vuelto a ignorar al bebé, Harry no parece querer hablar mucho y Louis y Ellio parecen estar solos.

Especialmente ese día, en donde los gemelos están encerrados en su habitación, Harry en el estudio y sólo queda el omega junto con el pequeño alfa en la sala. Ambos tienen el pelo húmedo, ya que Louis también se ha bañado después de Ellio, y ahora los dos están sentado en el televisor frente al sofá.

Está peinando el cabello del niño, el cuál ya le llega por las mejillas debido a que se niega a que se lo corten más allá de las puntas, mientras ambos miran la televisión. Louis le ha mostrado los dibujos animados viejos de Mickey Mouse y ahora el bebé pasa todo el día viéndolos y disfrutándolos mucho. En general, Disney ha resultado ser una fuente de felicidad para Ellio.

—Mami —dice Ellio llamando su atención y a Louis, como cada vez que el pequeño lo llama de esa manera, el corazón le tiembla—, gusta Mickey.

Aunque no sepa conjugar mucho, las terapias de lenguaje de Ellio han ido funcionando y ahora el niño es mucho más comunicativo que antes.

—A mí también me gusta mucho Mickey.

Ellio parece muy feliz de que su mami esté de acuerdo con él y devuelve la mirada al televisor, al menos hasta que le entra otra duda. Y esa es otra cosa, se ha vuelto mucho más curioso que antes.

—Mami —vuelve a llamarlo—,  ¿Papi gusta Mickey?

Louis se ríe un poco ante esa pregunta.

—Eso no lo sé amor, ¿Quieres que le preguntemos?

—Sí.

Louis y Ellio caminan hasta el estudio de Harry, pero se detienen en la puerta cuando notan que esta está un poco abierta y que el alfa se encuentra hablando con los niños.

Y por lo que Louis puede ver y escuchar, los niños están llorando. Así que se queda muy quieto y carga a Ellio en brazos para que este no haga ningún ruido.

—Yo también extraño mucho a su madre —dice Harry, con la voz también un poco cortada pero resistiendo las ganas de llorar—. Y me gustaría que estuviese aquí, leyendo esos cuentos que a ustedes les gustan y regañándome por no saber cocinar. Pero de alguna siento que sí lo está ¿saben? Que ella está con nosotros aunque no podamos verla.

—Pero yo quiera verla —insiste Abby—, y no puedo hacerlo por culpa de Ellio.

—Abby, no digas eso...

—Es verdad —afirma Edward—, mamá estaría aquí si Ellio no hubiera...

Louis se alejó de ahí tan rápido como pudo para que el niño no tuviese que escuchar eso. Ni siquiera parecía que Ellio hubiese entendido bien a que se referían o siquiera quien era esa madre de la que hablaban. Louis suponía que además de estar muy pequeño para procesar o entender todo eso, para Ellio, su madre era él.

Su madre era ese omega de ojos azules, pelo castaño y olor a vainilla que siempre le repite cuanto lo ama y pasa todo el tiempo con él.

Y por alguna razón que no entiende, quiere echarse a llorar.

El sufrimiento de los gemelos y el de Harry le duele, le cala muy profundo. Tanto, que incluso de repente le entra la inseguridad de que tal vez está tratando de tomar un lugar que no le corresponde, como si estar ahí fuese algo incorrecto. Y no le gusta sentirse de esa manera, pero al mismo tiempo también desearía que la madre de los niños estuviese viva incluso si eso implicase el nunca haberlos conocido.

i was lost until I met youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora