Capitulo 27

10.1K 637 48
                                    

"Somos como agua"

This is me trying- T. S.

Faith:

Desperté percibiendo un destello de luz cruzando por una diminuta abertura de las gigantes cortinas oscuras.

Los cuarzos en la pequeña mesita debajo de la ventana, bien acomodados, el incienso y las velas aromáticas me hicieron sonreír.

Me removí en mi lugar tratando de ser lo más callada posible, pero cuando intenté escabullirme fuera de la cama, una mano gigante repleta de anillos me acercó más y susurró:

—No se te ocurra ni pensarlo. —Solté una pequeña risa para darme la vuelta y encontrarlo con los ojos ámbar abiertos, puestos en mí.

—¿Cuánto tiempo tienes mirándome dormir como un psicopata?

—No lo suficiente para considerarme uno. —admitió aún con el ceño fruncido—, no te vayas aún.

—Tengo cosas que hacer.

—Espero que no impliquen chicos.

—El único que me interesa está aquí, frente a mí, impidiéndome salir de su habitación.

—Quizá ese chico sea más listo de lo que crees.

—Dudo que sea más listo que yo —Entonces fue su risa mañanera y ronca la que me hizo sonreír.

Estaba en el paraíso. Quizá había muerto y no me di cuenta, o probablemente todavía se me hacía increíble pensar que podía sentirme feliz.

Cualquiera de las dos, era una resolución triste honestamente.

Perspectiva, solo eso nos falta.

La tarde anterior habíamos discutido, fue tan repentino que ni siquiera lo procesé hasta que llegué a casa y me desmoroné frente a mi padre.

Nunca me dió vergüenza la idea de ser vista llorando, al menos no las personas a las que les tenía confianza. Y el Doctor Andrew Lifton AKA mi padre, era miembro primario de esa lista.

Fue tan repentino sentir su abrazo cubriéndome con aquella protección paternal que antes solía detestar, porque me hacía sentir pequeña, diminuta y frágil. Tiempo después comprendí, que sentirse frágil no está mal.

Un cascarón tiene que romperse antes de que pueda salir lo qué hay dentro. Y eso es lo que a mi me había sucedido.

Estuve tanto tiempo dentro de uno que me daba miedo romper, por creer que quizá no estaba lista para afrontar y aceptar lo que había dentro.

Pero mi madre no crió a una cobarde, y ya iba siendo tiempo de aceptarlo.

—Ya no se que más hacer —Sollocé en su pecho por un tiempo preocupantemente largo, me llevó a cuestas al sofá y tomó asiento a mi lado.

No dijo nada, solo comenzó a frotarme la espalda, permitiéndome sentir la confianza y protección que me tenía, y que creía había perdido.

Supongo que cuando pasas por cosas como las que yo viví, la primera idea que te cruza por la cabeza son tus padres.

Que pensaron, que sintieron, ¿Se habrán decepcionado? ¿Me tendrán confianza después de esto? ¿Seguirán viéndome de la misma forma o cambiará su perspectiva?

Todas esas preguntas me atormentaron por demasiado tiempo.

Al principio —justo cuando salí de la clínica siendo más concreta— ni siquiera podía mirarlos a la cara, a pesar de saber que ya estaba mejor. Aún así mí padre seguía recorriéndome el cuerpo con la mirada en busca de cualquier rayón o rastro de sangre seca, y después de ello soltaba una exhalación de alivio. Mi madre era más directa, ella me tomaba las manos y las volteaba, para encontrarlas limpias y sonreírme.

La guía de consejos de Faith. Where stories live. Discover now