Capitulo 28

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"El golpe de la realidad"

Diana- One Direction

Nos vemos en unas horitas para el capítulo 29, espero les guste, y no se les olvide comentar mucho. ❤️

Faith:

En cuanto abrí los ojos, escuché movimiento en el salón.

Demasiado ruido para ser un miércoles cualquiera, busqué medio adormitada mi móvil entre los edredones gruesos.

No te muevas tan rápido que me estoy despertando.

Era veintidós de diciembre, casi me caigo de culo al suelo cuando el sonido de las risas llegó a mis oídos, risas demasiado escandalosas, que fácilmente podían pertenecer a una multitud si no conociera a mi familia y lo ruidosa que podía llegar a ser.

Percibí una melodía que me sabía desde que mi madre nos obligó a aprender hablar español.

Y yo que creí que sería un día calmado.

"El chico del apartamento 512" de Selena Quintanilla entró por mis oídos erizándome la piel, solo había una razón por la que mi madre ponía su playlist a todo volumen. Y si eso no me hizo reaccionar de inmediato, el olor a churros recién hechos llegando a mis fosas nasales logró que saltara de la cama.

No me tomé la responsabilidad de cambiarme de ropa, bajé las escalerillas de la habitación hecha un rayo, con la pijama de renos y muérdago bien puesta. Abrí la puerta abruptamente, y en el instante en el que saqué un pie al pasillo, Hope hacía exactamente lo mismo, y Brave también.

Ella llevaba un pijama completo de Olaf, el cabello rubio desparramado, y las mejillas rosadas por el frio, nos miramos entonces, sonriendo al mismo tiempo solo para gritar a unísono:

—¡La abuela está aquí!

Hope interceptó el cuerpecito de Brave antes de que se tropezara por trotar en calcetines, y la cargó en brazos, corrimos hacia las escaleras sin prestar mucha atención a las guirnaldas de luces que mi madre había cuidadosamente colocado en el barandal.

—¡Ya vienen! —Escuché que gritó mi padre, apareció en mi campo de visión entonces, estaba recargado en la puerta de entrada, con el abuelo a un lado.

Hope se desvío con Brave hacía el salón, pero yo seguí mi camino saltando a los brazos extendidos de mi abuelo quien ya me esperaba con una sonrisa.

¡Mi pequeño grano de fe! —dijo en español dándome un beso tronado en la frente.

No me importaba quien pudiese burlarse de mi en este momento, cuando ese señor llegaba a mi casa, automáticamente me convertía en la niña mimada y malcriada de seis años a la que le daba dinero a escondidas en las reuniones familiares, le enseñó a bailar salsa y la llevaba de paseo para darle de comer a las palomas. A su lado dejaba de ser una adolescente. El tiempo retrocedía cuando veía su sonrisa y sus ojos verdes cubiertos por sus parpados arrugaditos.

—¡Tito!

—Mírate nada más, es que estás enorme, eres todo una señorita —Me apretujó los cachetes haciéndome reír—, bueno, de edad, mijita, le hubieses sacado otra cosa a tu madre que no fuese la estatura de duende.

—¡Oiga!

—No frunzas el ceño, no queremos que envejezcas como la abuela.

—¡José! Te estoy escuchando, cuidadito con lo que dices de mí, porque te quedas sin comer.

La guía de consejos de Faith. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora