PARA SER CHICOS DE HIELO, HAY MUCHO FUEGO ENTRE VOSOTROS - JJ MAYBANK (FINAL)

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Hacía años que no hacía este baile. El baile que me impulsó hasta la categoría de parejas y el cual me dio el estatus que tengo a día de hoy en este deporte. No lo hago siempre. Este programa lo dejé aparcado porque no quería quitarle la magia de aquel momento en el que mi actual entrenador se acercó para hacerme la oferta. Lo dejé a un lado para poder recuperarlo en momentos de emergencia. Y ahora era un momento de emergencia. Uno grande.

Llevo sin salir de esta pista desde hace tres días. 72 horas. 4320 minutos. 259200 segundos aquí metida. Evitando lo que me espera detrás de esas puertas. Tres días metida en mi lugar seguro mientras me deslizo sobre el hielo al borde de la desesperación. Evitando cualquier contacto humano. Cualquier contacto que tenga que ver con él. Porque, entonces, estaría un más pérdida de lo que ya lo estoy.

Sí, llevo tres días aquí metida tirando de mi programa de emergencia de cuando era solista, porque no dejo de pensar en él. No dejo de pensar en el: «¿Entiendes por qué no debes estar besándote por ahí con otros chicos?». No dejo de pensar en su forma de acorralarme, en su ojos azules nublados por los celos y el deseo. En su beso feroz, en sus manos por mi cintura. En su respiración agitada y en la forma de mirarme después.

—¡Joder! —maldigo con la respiración agitada.

Mis manos están sobre el hielo, rojas por el frío que hace dentro de la pista. Cierro los ojos intentando recuperar el control de mis pensamientos. Tengo los músculos de las piernas entumecidos por no estar descansando como el entrenador nos dijo que hiciéramos. Y los del cuello en tensión por todo lo que está trabajando mi cerebro.

Exhausta, me siento sobre el hielo y me abrazo las rodillas. Buscando un poco de autocontrol. Odio sentirme abrumada cuando todo tiene que ver con el mejor amigo de mi hermano. No quiero ponerme a pensar en todo lo malo que pudo conllevar esa acción. Quiero pensar en que lo hizo porque se siente de la misma forma que yo y no porque le mataran los celos. Quiero pensar, aunque sea por unos segundos, que el chico del que llevo enamorada años, se siente de la misma forma que yo. Que JJ también está enamorado de mí.

—Hey, ¿va todo bien? —noto como Cameron se sienta a mi lado y me rodea con su brazo. Yo apoyo la cabeza en su pecho—. Tu hermano me ha llamado preocupado. Dice que llevas días aquí metida, pasando por alto el protocolo de descanso.

—Estoy bien, de hecho, ya me iba.

—¿Es por la competición de mañana? —me encantaría decirle que sí, que son los nervios de cada competición, pero mi mejor amigo ha venido hasta aquí para buscarme y no quiero mentirle. No puedo hacerle eso.

—No, es sobre JJ —suelto en un suspiro. Cameron se aparta de mí con el ceño fruncido.

—¿Lo has matado ya?

—Nos hemos besado.

—Si necesitas ayuda para escon... —se ha quedado de piedra, literalmente.

—Cam —sacudo la mano frente a su cara para que reaccione. Funciona.

—¿Cuándo?

—Hace tres días. En la fiesta.

—Besado. ¿Tú y él? —asiento—. Que os odiáis a muerte. Tú más a él que él a ti. Os habéis besado.

—Sí. Él y yo. Yo odiándolo más a él que él a mí. Nos hemos besado —Cameron me mira como si estuviera tomándole el pelo. Pero no, querido Cameron Simons, no te estoy tomando el pelo.

—¿Habéis hablado?

—No —respondo horrorizada—. ¿Qué se supone que voy a decirle? Oye, lo del otro día llevo deseando que pasase desde hace años, ¿repetimos? Solo de pensarlo me muero de la vergüenza —Cameron me mira como si estuviera loca.

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