ENTRE DOS MUNDOS - RAFE CAMERON (PARTE 02 FINAL)

943 47 9
                                    

Los días siguientes a aquella noche me desperté sintiendo un peso demasiado grande en mi pecho. Podía identificarlo como pena y también como culpabilidad. Los recuerdos con Rafe en la terraza me atraviesan con fuerza. El cosquilleo que surge en mis manos se intensifica, pero también siento como la presión crece en mi pecho al recordarlo. No sé qué es lo que pasó entre nosotros aquella noche. Solo sabía que aquello no estaba bien. No podía estar bien, joder, era mi hermanastro. No podía mirarlo con aquellos ojos, no podía pensar en que tenía muchísimas ganas de besarlo, ni tampoco deseaba tenerlo así de cerca como lo había tenido anoche.

Desde aquella noche, habíamos estado muy distanciados. Como si nunca nos hubiéramos conocido. Cuando Rafe y yo nos cruzábamos por algún rincón de la casa, se quedaba mirándome y después pasaba de largo. No me hablaba, ni tampoco me miraba. Cuando hacía eso, me sentía bastante sola. Sarah no sabía nada, aunque no paraba de preguntarme si entre él y yo había pasado algo grande. Sabía que su hermano a veces podía llegar a ser un poco imbécil (palabras de ella, no mías) y que podía hablar con él si se hubiera pasado de la raya en cualquier momento con respecto a nuestras diferencias de vida. Pero yo negaba con la cabeza y le decía que todo estaba bien. Que entre nosotros nunca ha habido buen rollo y que llevábamos una relación cordial por nuestros padres. No sé si Sarah se lo creía, pero no decía nada más al respecto.

Mamá vino una tarde a la habitación y me pilló llorando. Estuvimos hablando gran parte de la tarde. Ella pensaba que me había peleado con mis amigos o que todavía no encontraba mi sitio en aquella casa. Ella ya se había acoplado a su nueva vida y parecía que nunca había estado con los nervios a flor de piel después de que nos llegara un recibo de la luz diciéndonos que si no pagábamos nos la cortaron. La veía feliz y tranquila. Y aquello me hizo sentir mucho más culpable por lo que había pasado entre Rafe y yo. Que no había sido nada, eso era verdad, pero no quería estropearle la ilusión y la nueva vida que empezaba a construir.

Miré la hora en el reloj y me tapé la cara con la almohada. No quería salir de aquella habitación y tener que enfrentarme a él. Hoy teníamos una pequeña cena para celebrar que nuestros padres iban a casarse. Normalmente se hace con la familia más cercana y es un momento íntimo y alegre para celebrar el amor que a ambos les une. Es un momento en el que la voy a ver brillar, en la que me va a demostrar la valentía que ha tenido de abrir su corazón nuevamente después de todo lo que ha vivido.

Suspiro bajo la almohada. No puedo estropearle este día, ni tampoco el día de su boda solo porque Rafe y yo tengamos esta estúpida cosa entre nosotros y no seamos capaces de hacerle frente como dos adultos. Aparto la almohada de mi cara y vuelvo a incorporarme en la cama. Mi vestido está colgado en la puerta del armario y los zapatos justo debajo de él. Había quedado con Sarah para arreglarnos y ni siquiera me he sentado a desayunar. La pobre tiene que estar desquiciada por mi tardanza. No es que vaya tarde, pero sí que es verdad que a Sarah le gusta arreglarse con tiempo. Suelto otro suspiro, este, un poco más largo que el anterior y salgo de la cama con la intención de poner mi mejor sonrisa y hacer como que mi atractivo hermanastro, con el que casi me beso, no va a estar rondando por la casa el resto del día y dedicándome miradas heladas cada vez que me cruzo con él. Bueno, eso si tengo la suerte de que me mire, porque a veces ni siquiera es capaz de hacerlo.

La fiesta se celebra aquí en casa. Está completamente transformada, tanto, que parece un escenario de ensueño. Cuando bajo las escaleras y pongo un pie en el vestíbulo, una sensación de nerviosismo se apodera de mi estómago. Todo es tan perfecto, que si me descuido un poco, me voy a echar a llorar. Mamá tiene que estar muy nerviosa, pero sé que todo esto es lo que ella se merece. Sarah entrelaza su brazo al mío y, tras sonreírnos, empezamos a investigar todos los rincones de la casa.

La fachada blanca y majestuosa de la mansión está adornada con exquisitas guirnaldas de flores blancas y rosas pálidas, que trepan por las columnas altas y se entrelazan con destellos dorados de luces suaves. El jardín trasero, normalmente tranquilo y sereno y en el que me he pasado días encerando mi tabla de surf, se ha transformado en un jardín mágico de luces tenues y detalles brillantes. Linternas colgantes y candelabros adornan los árboles, creando una atmósfera íntima y romántica. Hay una pista de baile montada en el centro del jardín, rodeada por cómodos asientos y sofás para los invitados, y en un extremo, un escenario para la música que se va a tocar en directo y que va a llenar este momento de muchas risas y escenas románticas.

ONESHOTS - OUTER BANKSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora