Capítulo 7

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Dolor

No sé cuánto tiempo pasé sentada en el muelle. Horas, días, semanas, meses, tal vez años. Hasta que un día decidí dejar de lamentarme y levantarme del pozo de dolor en que me había sumergido. La verdad cayó sobre mí como un balde de agua fría. Muerta. La palabra se repetía una y otra vez en mi cabeza.

No lo aceptaba. No podía acertarlo.

Regresé al altar para recoger mis objetos personales después de calmarme un poco; al fin y al cabo, eran míos después de todo.

Lloré hasta que no quedaron más lágrimas por derramar. Me recomponía y volvía a llorar. Era un consuelo saber que al menos podía hacerlo. Necesitaba con desesperadamente deshacer el nudo en el pecho que me impedía avanzar.

Me costó tiempo, pero acepté que, al menos, había vivido. Poco, pero vivido.

Comprendí por qué no podía ver a las personas. No eran ellos los que estaban mal, era yo, la del otro lado. Las personas que había visto en el pueblo eran iguales a mí. Almas atrapadas entre dos planos, sin poder continuar.

No regresé a casa. Había muerto aquí y aquí me quedaría hasta que encontrará una forma de liberarme de este lago y de la deidad.

Trate, desde ese día, de comprender el papel que jugaba La Dama Azul en mi final. Recordaba ese día, el 14 de julio. La tarde que cambió mi vida para siempre.

Chasqueé la lengua. Fue un accidente.

Las maderas estaban flojas y crujían bajo mis pies. El lago estaba cerrado. Pero yo me había empeñado en pasar, no me iba a detener por un cartel de advertencia. Los frágiles tablones se rompieron bajo mi peso y caí, directo al agua.

Intenté nadar a la superficie pero me golpeé la cabeza con algo. Había alguien más, alguien que reía en la oscuridad. Unas manos invisibles me impidieron continuar el descenso. Me había rendido cuando alguien jaló de mi vestido, subiendome a la superficie.

—Tranquila, todo va a estar bien —escuché la voz de mi padre, sosteniéndome contra su pecho—. Tranquila.

Luego hubo algo de movimiento y un pitido constante. Escuchaba las voces de mis padres llamándome a lo lejos. Quise responderles, pero mi cuerpo no me obedeció. Tenía sueño, mucho, y dejé que me venciera. Cerré los ojos por última vez, y soñé con el único lugar  donde verdaderamente me sentía feliz.

Al abrir los ojos, la madrugada del 15 de julio, contemplé el amanecer más espectacular de toda mi vida sentada en el muelle: mi muelle.

Así había sucedido. En un instante mi corazón detuvo su ritmo y un momento después me convertí en esto que desconozco.

Hay cosas que son difíciles de aceptar, por más que lo intentemos, por más que nos esforcemos.

Suspire, espantando las lágrimas.

Una Morpho* azul revoloteó a mi alrededor, posándose en la punta de mi nariz.

—¿Dónde estabas cuando te necesité? —pregunté afligida. El insecto alzó el vuelo, aleteando libre al cielo.

Recosté la espalda sobre la húmeda madera, siguiendo con la vista el vuelo de la mariposa. Los bordes de mi vestido cayeron al agua, tiñéndola de azul. Permanecería para siempre en él.

Resoplé.

¿Cómo pude ser tan tonta y no darme cuenta? Las señales fueron claras y mi mente gritó la respuesta en más de una ocasión. Simplemente no quise creer ni aceptar la realidad.

—Tú —grité al lago, enojada—. Por tu culpa, bruja de las profundidades, estoy así. —Señalé mi cuerpo.

Sabía que podía escucharme, pero no entendía por qué no me contestaba. La deidad se limitó a quedarse en su lado del lago, segura.

Gracias a la moneda no podía seguir mi camino. Me quedé varada en este punto intermedio, sin nombre, del que no sabía cómo salir.

La soledad comenzaba a abrumarme.

—¿No te aburres allá abajo? —le pregunté.

Busqué el extraño pez, la forma de su espíritu, en el agua. No lo había visto saltar, tampoco volví a escuchar su voz melodiosa desde ese día.

—¡Yo soy la que tiene que estar molesta! —protesté—. Yo. No tú.

Di vueltas de un lugar a otro como un animal enjaulado. Extrañaba a mi familia y a mis amigos.

Volví al muelle y saqué las dedicatorias del cofrecito donde las guardaba.

Abrí la de mis padres primero:

"Cariño, mamá y papá te extrañan mucho. Nuestra dulce niña, te recordamos a cada segundo. Nuestro amor por ti es infinito. Dylan sabrá que tuvo una hermana que lo amó con todo su corazón, incluso antes de nacer. Nos harás falta ahora, y siempre."

Dylan, mi hermano. Cuanto anhelé estar presente en su nacimiento. Conocía su apariencia gracias a la foto que dejaron en el borde del lago. Dylan era un bebé algo rollizo y rosado. Sacó la nariz afilada de papá y el cabello castaño de mamá. Sus ojos tenían la misma tonalidad azul verdosa que los míos.

La nota de Julia fue la siguiente, me arrancó una sonrisa al abrirla. Conociéndola, no podía esperar más de ella. Julia, era Julia.

"Estúpida amiga. Cuando me reúna contigo en el más allá te abofetearé tanto por irte primero, que tendrías que revivir mil veces para compensar cuanto te extraño. Culpo al oftalmólogo por la graduación de tus espejuelos. ¿Acaso no viste el cartel?¡idiota!"

Cerré la nota y continué con otras dedicatorias de amigos, familiares cercanos y personas que ni siquiera conocía. Guardé la nota de Alex  debajo de las otras, resistiendo la tentación de volver a leerla. Conocía de memoria las palabras.

"Oh Alex, si tan solo..."

Detuve la dirección de mis pensamientos. Debía dejar de pensar en el pasado. Miré al lago con odio y grité:

—Todo esto es tu culpa.

Su única respuesta fue el silencio.

—¿Hasta cuando vas a jugar conmigo? —grité—. ¡Déjame ir!

Lancé una roca, luego otra. La ira se desbordó como lava ardiente. Un volcán de sentimientos erupcionó, destruyéndolo todo a su paso.

Caí desplomada al suelo. Abracé las piernas y puse la cabeza contra mis rodillas. Quería dormir por años, décadas, milenios, hasta que no quedara ni un recuerdo de lo que fui.

Solo cuando ya no pude caer más en la oscuridad, escuché su voz proveniente de las profundidades decir:

—Ve a casa, Ana.

Casa. Eso iba a hacer, volver.

En ella se encontraba la verdad que tanto me costaba aceptar. Tal vez si iba podía darle a mi vida un cierre y así continuar.

***🦋***

Referencias: 

Morpho: Mariposas neotropicales caracterizadas por su gran tamaño y belleza. La Morpho Azul es una de las especies de mariposas más grandes del mundo, alcanzando incluso los 20 cm. Estás mariposas se encuentran en peligro de extinción por ser el objetivo principal de coleccionistas y artesanos. 

Del otro lado del lago (Completa)Where stories live. Discover now