Capítulo 31

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Despedida

-¿Cómo puede haber huido? -preguntó Julia desde la ventana-. Es un pueblo pequeño, debe estar escondido en algún rincón.

Giré la silla del escritorio en su dirección.

-Después de que Héctor confesara tras días de interrogatorio, decidieron revisar su casa. Allí encontraron pruebas que lo vinculaban con Lewis, y el frasco de Arsénico. Él era su aprendiz.

—Todavía no puedo creerlo.

—La verdad, yo tampoco. No estuve del todo convencida hasta que toda la evidencia estuvo sobre la mesa. Tenía fotos mías en el lago, Julia.

Mi amiga asintió. Había venido por la mañana tras enterarse de la noticia. En este punto, todos en el pueblo conocían los resultados de la búsqueda.

—Lo encontrarán —aseguró.

Levanté la nueva edición impresa del libro de la Dama Azul. Wendy nos había repartido unas copias. Estaba contenta porque las personas comenzaban a asistir en masa a la biblioteca, interesados por conocer más de su deidad.

—Lo lograste.

—Lo logramos —corregí—. Esto no habría sucedido sin su ayuda, confiaron en mí.

Julia limpió disimuladamente una lágrima que corrió por su mejilla.

—¿Irás al lago mañana?

—Debo ir, se cumplen los diez días.

—¿Por qué no nos dejas acompañarte?

—Es una promesa, debo ir sola.

La última parte de la maldición se rompería al llegar al lago. Todas mis acciones habían actuado como un efecto dominó sobre ella. Arrojaría mi amuleto como símbolo de mi promesa cumplida.

Julia corrió hacia mí para abrazarme.

—¿Cuánto tiempo te queda? —susurró.

Apoyé la cabeza en su hombro, conteniendo las lágrimas.

—¿Cómo lo sabes?

Ella se apartó un poco para responder. Tenía el rostro cubierto de lágrimas y las mejillas sonrojadas.

—Ana, moriste en el hospital. Tu corazón se detuvo... y volvió a latir de nuevo —sonrió con tristeza—. Te despiertas y nos cuentas una historia donde debes romper una maldición en agradecimiento a la deidad por salvarte. ¿Crees que soy estúpida? —sostuve sus temblorosas manos entre las mías—. No entiendo cómo, ni por qué, y la verdad dudo que pueda ser posible. Pero tú, Ana —jadeó—, volviste por una razón.

—Julia...

—No lo niegues, por favor. Di la verdad, por nuestra amistad.

Tragué en seco.

—¿Cuánto tiempo?

Sus ojos marrones me miraron con tristeza.

—Un día.

—¿Se puede hacer algo? Tal vez la deidad te pueda conceder un deseo por lo que hiciste por ella.

Ya he pedido mi deseo, y no lo cambiaré.

Julia fue hasta la ventana.

—Debe haber algo —murmuró con la vista fija en el cielo.

—No, Julia. Ya lo he aceptado. Debes dejarme ir.

—No es justo.

—Tuve una oportunidad, y la aproveché al máximo. Me voy feliz.

—¿Alex lo sabe? —Bajó la vista al jardín donde el chico regaba las rosas.

—Nadie debe saberlo.

Caminé hasta su lado. Julia se tensó cuando me sintió llegar.

—Recuérdales cuanto los amo.

***🦋***

Del otro lado del lago (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora