Capítulo 27

29 8 8
                                    

Familia

—¿Qué les pongo? —preguntó Julia con la libreta en mano.

Bajé el menú para darle una mirada con ojos tiernos.

—¿Puedes sentarte con nosotros un rato?

Julia señaló con la cabeza hacia la cocina.

—Hoy está mi jefe —susurró—. Ya me ha regañado por llegar tarde, si los acompaño, será la cereza del pastel del despido.

—Entiendo.

—Además, sería inapropiado interrumpir su cita.

Alex se removió incómodo en su asiento ante la mención de la palabra "cita".

—Pasaremos esta noche por ustedes antes de ir al teatro —murmuró Alex en voz baja, cambiando de tema.

Julia asintió, fingiendo anotar algo en su libreta.

—¿Qué más quieren añadir? —sonrió.

—Pizza —supliqué—, hawaiana.

Mis amigos se echaron a reír.

—Enseguida regreso con la orden, tengan una agradable estancia —nos guiñó un ojo antes de volver a la barra del Caronte.

—Estoy un poco nervioso por lo de esta noche, no creo que sea bueno tentar a la suerte con dos atentados seguidos. El consejo tomará cartas contra nosotros.

Estiré la mano hasta rozar sus dedos. Alex se inclinó hacia delante, acortando la distancia. Sus manos grandes y ásperas envolvieron las mías en una cálida caricia.

—Lo sé —murmuré—. Pero no puedo perder tiempo ideando un plan mejor. O les damos un golpe mortal o perdemos toda oportunidad contra ellos.

—Cuando me contaste la verdad sobre Alba, aquella vez en el lago, me tomó un tiempo aceptarlo. El resultado de esta noche no será inmediato, necesitamos más tiempo.

Volteé la cabeza a los amplios ventanales del Caronte. A lo lejos podía ver a la solitaria estatua. Un rayo de sol incidió en las esmeraldas de sus ojos, creando un halo verde intenso alrededor de su cabeza. La deidad respondía a mi llamado.

—¿En qué piensas? —preguntó, siguiendo la dirección de mi mirada.

—Tiempo es precisamente lo que no tengo —resoplé.

—Ana, me contarás...

Negué con la cabeza.

—Entenderás todo cuando esto acabe.

Alex retiró las manos, alejándose.

—Presiento que esto no terminará bien.

Tomé la servilleta y la doble varias veces hasta crear la forma que quería.

—No sabía que además de pintar, también te desenvolvías en el arte del origami —sonrió con ironía.

—No sabía que además de la jardinería, redactabas cartas increíbles.

—¿Qué carta? —preguntó confuso.

Terminé de doblar la servilleta y me hice hacia atrás, contemplando orgullosa el resultado. El papel se había convertido en una mariposa con las alas extendidas.

—Tengo muchos talentos ocultos.

Tomó el origami y se lo llevó al pecho, sonriendo.

—Me gusta.

—Sabes, no es una casualidad que mi animal espiritual sea una mariposa. Creo que mi abuela lo eligió sabiendo a lo que me enfrentaría. Todo lo que me ha sucedido me enseñó a volar sin miedo, libre. Cargaba demasiado peso entre las alas.

Del otro lado del lago (Completa)Where stories live. Discover now