Capítulo 32

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Adiós

Destapé el cuadro que Alex me ayudó a pintar y lo clavé en la pared. Dylan lo iría viendo al crecer, y cuando fuera mayor, lo entendería. En la pintura nos dibujé frente a la casa. Mis padres estaban uno al lado del otro, y yo sostenía al bebé entre mis brazos. Recordaba a la perfección sus pequeños rasgos, y él recordaría los míos.

Le había añadido un pez verde saltando en el fondo, y sobre mi cabello, una mariposa. Alex estuvo preguntando todo el tiempo por los símbolos. Le respondí que los había sacado de un sueño; después de todo, esta vida había sido un sueño para mí.

Al salir de la habitación del bebé entré al taller de costura. Mamá cosía un edredón, sentada en su butaca preferida. Me acerqué sin hacer ruido y la abracé por detrás.
—Hola, cariño. ¿Qué hacías?
—Estaba arreglando la habitación de Dylan.
Terminó las últimas puntadas del elefante y colocó la aguja y el hilo en una cestita.
—Estás malcriando mucho a tu hermano y no ha nacido.
—Ya tendré tiempo para discutir con él cuando crezca, ya sabes, cosas de hermanos.
La ayudé a levantarse y a colocar las cosas en su lugar.
—¿Dónde está mi vestido azul? —pregunté.
—Hija, después del accidente lo lavé y guardé. No sabía si querías volver a usarlo.

—Tengo que volver a usarlo, una última vez.

—Tienes otros vestidos bonitos —protestó.

—Lo sé.

Mi madre me miró extrañada, pero aun así, buscó el vestido. Lo tenía escondido entre los proyectos a medio acabar. La llené de besos antes de subir a mi habitación a probármelo. Mis ojos brillaron al ver mi reflejo en el espejo. El color azul de la tela parecía más intenso, más vivo.

Di un último recorrido por la vieja casa antes de salir. Reviví cada recuerdo, incluso los malos, todos formaban parte de mí.

Cuando giré el pomo de la puerta, supe que no había vuelta atrás. Tomó tiempo, pero había aceptado mi destino.

Alex estaba recostado en uno de los árboles que abrían el camino al lago. Su postura estaba relajada, pero podía apreciar el sutil temblor de sus labios y la forma en que sus ojos brillaban con lágrimas no derramadas.

—Ana.

—Lo siento.

Bajó la mirada al suelo.

—¿Qué vas a hacer?

—Volver —respondí con voz ronca. Un nudo empezaba a formarse en mi garganta.

Caminé en su dirección. Alex levantó una mano, deteniéndome.

—No te acerques.

—Alex...

—Si lo haces, te detendré, lo juro Ana. Te detendré. —Golpeó con fuerza el tronco del árbol.

Apreté los puños, luchando contra el impulso de correr a sus brazos.

—Tengo que irme.

—¿Por qué? —gruñó—¿Por qué no puedes quedarte?

—Porque la vida no funciona así.

—¡Dios, Ana! —gritó—. No puedo simplemente dejarte ir y no hacer nada.

—Ya has hecho suficiente, Alex.

Sus rodillas tocaron el suelo cuando se dejó caer.

—Quédate conmigo.

Corrí a abrazarlo. Él me sostuvo entre sus brazos, temblando. No tenía fuerzas para hablar. No tenía fuerza para decirle cuánto lo amaba.

—Por favor —suplicó.

Un gemido roto salió de mi garganta. Lágrimas se acumularon en mis ojos, pidiendo ser liberadas.

—Por favor.

Él buscó mis labios con desesperación. Absorbí el calor de su cuerpo, la intensidad de su toque. No quería renunciar a él. Mi corazón se quebró cuando sus labios se apartaron de los míos.

—Vete —dijo con la voz rota. Invoqué todas mis fuerzas para ponerme en pie y apartarme de él.

—Gracias por el ser el viento que sostuvo mis alas cuando me fue difícil volar.

***🦋***

Del otro lado del lago (Completa)Where stories live. Discover now