Capítulo 24

35 9 5
                                    

Premonición

—Ana, siéntate, por favor —suplicó mi padre al ver que daba vueltas de un lado a otro de la habitación, intranquila.

—Lo siento —murmuré mientras ocupaba un lugar a su lado en el amplio sofá de la sala—. Cuanto antes empecemos, mejor.

El doctor Lewis apartó el vaso de agua para leer los resultados.

—Han repetido el análisis por precaución. —Fijó la mirada en mí—. El resultado ha sido el mismo, Arsénico.

Arsénico: el veneno por excelencia. Incoloro, indoloro, insípido y terriblemente letal.

—¿Está seguro de esto?

Lewis asintió.

—¿Cómo pudo suceder esto, doctor? —le preguntó mi padre. Tenía uno de los puños cerrado con fuerza; el otro descansaba sobre el muslo de mi madre, tranquilizándola.

—No sabemos con exactitud, las cámaras de seguridad no han arrojado ninguna pista. El perpetrador conocía los turnos de guardia y todas las vías de salida.

—¿Pudo ser un médico? —pregunté. ¿Quién más tendría acceso a esa información?

Lewis se tensó ante mis palabras.

—Ana, no podemos acusar sin pruebas —intervino mi padre—. Estamos hablando de sus compañeros de trabajo.

—No se preocupe, Ana tiene derecho a dudar.

—Pudo haber sido alguien con un contacto dentro del hospital, explicaría la infiltración —añadió mi madre, pensativa.

—No saquemos conclusiones apresuradas. Lo más importante ahora es proteger a Ana.

—Estoy de acuerdo con usted, señor —respondió Lewis—. Apoyaré en la investigación. La sustancia no es fácil de conseguir en un lugar como este.

—Muchas gracias, doctor. Ha hecho mucho por nuestra Ana.

—En los Álamos, todos somos una gran familia.

Mi padre se levantó para estrecharle la mano al doctor. Mi madre y yo lo imitamos.

—¿Me acompaña a la puerta? —me preguntó en voz baja antes de soltar mi mano—. Tengo que hacerle una pregunta en privado.

Asentí, con la cabeza le indiqué la salida.

—¿Es sobre el veneno? ¿Tiene alguna información que mis padres no pueden escuchar?

Dio un paso hacia mí, acortando la distancia.

—Hallaron una huella —susurró.

Abrí los ojos en sorpresa. El parte de la policía había asegurado que el asesino no dejó ningún rastro que pudiera identificarlo.

—¿Alguien lo sabe?

Negó con la cabeza.

—Los ancianos lo mantuvieron oculto.

Mis sospechas estaban en la dirección correcta. Puede que ellos no me hubiesen arrojado al lago, pero tenían las manos tan sucias como mi asesino.

—Ana —llamó al ver que me había quedado pensando.

—Lo siento, es mucho que procesar.

—Cuenta con mi apoyo. Haré lo posible por conseguir ese resultado.

—Muchas gracias, doctor. Es importante para mí ponerle fin a esta historia.

Abrí la puerta, invitándolo a salir.

—¿Irá al baile?

La pregunta me sorprendió dada la información que acababa de proporcionar.

—¿Al de inauguración del festival?

Él asintió.

—Puedo acompañarte si tiene miedo de asistir.

—No voy a ir. Tengo demasiadas cosas en su contra, no creo que sea prudente enfrentarme a ellos en público.

—Tienes razón. —Levantó una mano a modo de despedida—. Estaré al tanto si cambias de opinión.

—Gracias.

Encontré a mis padres sentados en la misma posición al regresar.

—¿Qué sucede? —pregunte preocupada.

—Siéntate, Ana —dijo mi madre— Hay otro tema que debemos hablar.

Decidí permanecer de pie, alerta a lo que dirían.

—Es... es tu enfermedad —tragué—, ¿ha vuelto?

Quise taparme los oídos para no escuchar la respuesta. Después de tantos años luchando a su lado, creía que habíamos ganado la batalla de una vez y por todas.

—Ana... —Mi madre corrió a abrazarme—. No es eso, cariño.

Limpie las lágrimas, sin alejarme de su agarre.

—¿De qué se trata, entonces?

—El consejo ha pedido que asistas al baile como invitada de honor —respondió mi padre.

—¿Es una broma?

—No cariño, me temo que deberemos asistir.

Volteé la cara hacia mi madre.

—¿Estás de acuerdo con esto?

—Estoy de acuerdo con tu padre, Ana. Todos somos parte de la comunidad, independientemente de nuestra rencilla con los líderes.

—Asistiremos —añadió mi padre. En su rostro tenía la expresión que suele usar cuando trama algo—, pero no de la forma que esperan. Es hora de que aprendan que no solo somos un apellido.

Miré a ambos con orgullo.

—Vas a necesitar un vestido —repuso mi madre, guiñándome un ojo.

—Encontraremos algo adecuado para ti —añadió mi padre, sonriendo con complicidad.

*** 🦋***

N/A: A solo un paso de revelar quién es el asesino y cómo detener la maldición. ¡Gracias por leer!

Del otro lado del lago (Completa)Where stories live. Discover now