Capítulo 19 Parte 2

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Las ramas rotas y la fricción de la tierra detuvieron mi descenso por la pendiente de la ladera. Quedé boca abajo, encima de una cama de hojas y espinas. Traté de incorporarme a pesar del dolor. ¿Qué había pasado?

Caminé cojeando hasta donde había quedado la bicicleta. La rueda delantera había perdido la llanta y el manubrio estaba torcido. Volteé la mirada hacia el lugar donde había ocurrido el accidente. Un metal brillante sobresalía en el pavimento.

—¿Quién está ahí? —pregunte asustada sin dejar de observar los alrededores con cautela. Alguien había colocado una cadena de púas en mi trayecto.

—¿Alba? —Mi voz tembló a medida que el silencio se hizo más profundo. Los pocos rayos de sol que escapan de entre las nubes grises no eran suficiente para distinguir la forma oculta entre los matorrales.

—Corre, Ana. Corre...

Él empezó a caminar hacia mí, seguro. Di unos pasos hacia atrás, evitando caerme. Él sonrió ante mi torpeza. ¿Por qué no venía por mí? La respuesta llegó como un viento helado. No solo quería asesinarme, quería verme sufrir.

Eché a correr, ignorando los latigazos de dolor. Hui como una presa, como una cobarde.

Me persiguió. Estaba a pocos pasos de mí cuando un rugido de un oso resonó por el bosque. Lo escuché detenerse, temeroso por el animal. Reuní todas mis fuerzas y corrí en dirección al pueblo.

Al llegar al arco de piedra de la entrada, me desplomé. El miedo y la ira invadieron mis sentidos. Él había ganado otra vez.

—¿Señorita, se encuentra bien? —escuché una voz masculina. Dedos fríos me inspeccionaron, me dolía—. Está herida, llamen a un médico —gritó.

Escuché pasos apresurados y murmullos a mi alrededor. ¿Dónde estaba? Todo se producía en cámara lenta.

—Estoy bien —balbuceé—. Me he caído y...

—¡Un médico, rápido!

Obligue a mi corazón a detener su acelerado ritmo.

—Ana —llamó alguien a lo lejos, y entre todas las voces, reconocí la suya. Los ojos se me llenaron de lágrimas.

—¿La conoce? —preguntó la persona que me sostenía. No escuché la respuesta, el ruido en mis oídos entorpecía el sonido—. El doctor Lewis recién ha entrado en la cafetería, podrá darle los primeros auxilios. Ya han llamado a la policía.

—Muchas gracias.

Alex me cargó en sus brazos, agradeciendo nuevamente al hombre por socorrerme.

—Estarás bien —murmuró contra mi mejilla—. Estarás bien —repitió y echó a andar.

Las náuseas se acumularon en la garganta con cada paso. ¿A dónde íbamos? Intenté preguntar, pero de mi boca solo escapó un aullido entrecortado. ¿Volverá por mí? ¿Y si ataca a Alex? ¿A mi familia?

—¿Alex? —grité en medio del pánico.

—Tranquila, estoy aquí. Respira.

—Tengo miedo.

—Estás a salvo. Respira.

—¿Qué ha sucedido? —escuché la voz familiar del doctor Lewis. Un escalofrío subió por mi columna, alertando mis sentidos. Alex me besó en la frente, tranquilizándome.

—La han encontrado en la entrada. Está en shock.

—Vamos, no hay tiempo que perder. Mi consultorio está más cerca que el hospital.

Del otro lado del lago (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora