Capítulo 1: Nueva Realidad

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Iba de camino a mi lugar favorito en todo el convento; la capilla. Le gustaba ir allí a pensar y de paso hablaba con Dios. Sentía mucha paz y agradecía mucho a sus padres por haberla llevado al convento. El sentimiento de pertenencia y el llamado para servir a Dios era lo que más valor tenía para ella.

Cuando llegó, tomó asiento, no se arrodilló por su rodilla vendada y sacó el rosario de su bolsillo.

-Dios te salve Maria llena eres de gracia...- se vio interrumpida por unos ligeros toques en su hombro.

Se volvió para encontrarse con la mirada angustiada de la madre superiora. Sonrió y se puso de pie.

Siguió a la encargada del convento fuera de la capilla y apenas salieron, la mujer la abrazó.

- Ve, toma tus cosas Jane, tus padres aguardan por ti- me separé de ella y la miré a los ojos. La tristeza me embargó.

- ¿ Qué pasa? - negó con la cabeza.

- Lo siento mucho, hija- me tomó del brazo y me guió hasta los aposentos del noviciado.

Hice lo que me pidió y recogí mis cosas. Terminé con mi pequeña maleta, no me lo estaba llevando todo. De seguro regresaría en pocos días.

La seguí sin decir palabra alguna y llegamos a las puertas de la Iglesia.

- Cuídate mucho, hija- asentí y me giré para encontrarme con mis padres. Mi madre como siempre mirándome indiferente y mi padre hablando por teléfono como siempre.

Que me llevaran al convento desde que tenía cuatro años había sido lo mejor, pienso yo, ya que ellos jamás me quisieron. La única que me quería era mi abuela Matilda y ella era quien mantenía a toda la familia.

-Mira esas fachas, ¡ash!- mi madre me tomó del brazo y me guió hasta la puerta del auto. Me giré y vi a la madre superiora negar con la cabeza y entrar de nueva cuenta a la Iglesia.

Me obligaron a entrar en el auto y en pocos segundos ya estábamos envueltos en el tráfico.

No entendía nada, pero mi ignorancia duró poco porque mi madre con su glacial vocabulario lo escupió:

- Matilda murió, pero te dejó toda su fortuna y como necesitamos dinero, te vas a casar con Ryan Woods.

-¿Casarme?- pregunté aturdida.

- Si. C.A.S.A.R.T.E. ¿es que te dejaron estúpida a punto de rosarios? - me encogí en mi asiento.

- No pueden hacerme esto- susurré.

- Claro que si podemos- ladró limando sus uñas-. Aún eres menor de edad, cumples en tres días, pero aún así podemos y lo haremos.

- No es justo yo...- sentí el ardor en mi mejilla.

-¡Ya cállate! - gritó y me encogí.

Llegamos a la casa y me llevaron a rastras hasta una habitación.

Allí me esperaban unas personas para nada simpáticas.

- Quiero que hagan un milagro con esta niña, no quiero ningún vello en su cuerpo y quiero que le quiten toda la mugre. Por lo menos dejenla decente y agradable a la vista. Aunque parezca imposible- se fue con un risa malvada y me abracé a mi misma.

Esas personas me desvistieron por más que me negué y me lavaron el cabello. No pensé que la depilación con cera doliera tanto hasta que lo viví.

Me sentía pésimo.

Mi abuela había muerto y ahora me casaban con no se quién.

Luego me bañaron y huntaron un montón de aceites esenciales.

El maquillaje fue sencillo y me obligaron a ponerme una minúscula ropa interior y medias con liguero. Me colocaron un vestido blanco que me cubría todo, eso fue lo único que pude elegir. No me gustaba mostrar mi cuerpo.

No tenía la figura privilegiada de mi hermana Jennifer, ni la altura y elegancia de Justine, mi hermana mayor. Yo era mas bien baja, con mucho busto, caderas y trasero. Mi cintura era minúscula lo que acentuaba más mi muy curvilíneo cuerpo.

El vestido me cubría muy bien y no marcaba mucho mis curvas.

Salí de la habitación luego de que me peinaran y camine por el pasillo. Me habían dicho que me tenía que dirigir al jardín.

Para llegar, tenía que pasar por la habitación de mi hermana y cuando camine por el pasillo, escuché ruidos y vi la puerta abierta. Entré a la habitación, Jennifer gritaba. La preocupación me embargó y abrí del todo la puerta.

-¿Jennifer? ¿Estás bien? ¿Por qué gritas? - entré a la habitación y lo que vi me dejó de piedra.

Mi hermana estaba desnuda en la cama y un hombre tenía su boca en su entrepierna.

Ella se sobresalto y se alejó de ese hombre. En ese momento pude ver bien su rostro.

No era feo, pero tampoco guapo. Lo que resaltaba de él, eran sus impresionantes ojos verdes rodeados de pestañas largas.

Aparté la mirada.

- Tu no has visto nada y si abres la boca te juro que te va a ir muy mal- dijo mi hermana tomándome del brazo con fuerza.

- No diré nada, lo juro- me soltó y me sacó a empujones de su habitación.

Caminé hasta el jardín y mi madre me llevó al invernadero.

- Espera aquí- asentí.

Miré a mi alrededor y contemplé el hermoso invernadero que con tanto esfuerzo mi abuela mantenía.

Mi abuela.

Sin ella el sufrimiento era inevitable.

Me senté en un banco de madera y luego de media hora, fueron a buscarme.

Me guiaron hasta la capilla y cuando llegamos mi padre me tomó del brazo. La marcha nupcial inició y miré al frente.

Palidecí.

Me iba a casar con el mismo hombre con el cual mi hermana tuvo relaciones sexuales hace media hora...

Espero les guste.

Serie Inocente #2: Pervertida Inocencia©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora