Capítulo 5: Tu Sr.Lewis

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¿Tu señor Lewis?

Me pregunté leyendo la nota que venía adjunta con las flores.

¡En serio ese viejo de mierd... !

Traté de tranquilizarme. Tomé el arreglo floral de hoy y me dirigí al piso tres en donde se encontraba Recursos humanos. Al parecer, se había regado la bola de que yo estaba regalando flores, de piso en piso, como algo motivacional y cuando llegué, esta vez con rosas rojas, todas tomaron su flor de inmediato.

Cuando volví al ascensor, con las manos vacías, pensé en cómo abordar el tema con Lewis.

Con el de hoy ya eran cuatro los arreglos florales que me enviaba. Si supiera que no me gustaban las flores, no las enviaría.

Aunque no era que no me gustaran las flores, el problema era que no me gustaban sus flores.

A mi me gustaba más la comida algo que a cierto hombre, de ojos verdes, se le daba muy bien.

Me pregunté si a ella le cocinaría, si le elegiría el atuendo y si la llamaría cada dos horas.

De sólo pensar en ello me ponía celosa.

Habían pasado dos semanas desde esa noche y yo lo deseaba con locura.
Por las noches no podía dormir pensando en él; en las mañanas, despertaba toda mojada producto de los sueños eróticos de las madrugadas y en el día, solo existía para esos sueños y los mensajes que me enviaba para decirme que James estaba bien, cuando él se quedaba con el niño.

Jimmy estaba irritable ya que tenía una infección en el oído y si después de la meningitis estaba de mal humor, ahora estaba que no lo calentaba ni el sol.

Sólo quería que lo cargaran Ryan o yo. Nadie más.

Me miraba a los ojos todo el tiempo sonreía cuando yo lo besaba en todo el rostro.

La verdad era que había vuelto a ir al convento entre semana y pasaba un rato con los niños que ahí se quedaban. Me encantaba verlos y aprovechaba para ir los días que el bebé estaba con Ryan.

Jimmy era de la mar de celoso conmigo. No dejaba que ningún hombre se me acercara y en silencio, agradecía sus pataletas cuando el cuarentón estaba cerca.

Pero hoy no estaba Jimmy y Lewis me estaba esperando en mi oficina cuando regresé de regalar sus flores. A mi me encantaban las turquesas no las rosas.

Bufé y entre a mi oficina. Él no estaba por ninguna parte.

Cuando iba a girarme, sentí su aliento en mi cuello.

Sus manos fueron a mis brazos y ejerció tal presión que no pude escapar. No lo iba a negar. Una corriente se propagó por todo mi cuerpo y temblé.

Mi cuello siempre había sido mi punto débil.

-¿Zona erógena? - preguntó y como no respondí, siguió atormentando esa zona de mi cuerpo. Las lágrimas de frustración se acumularon en mis ojos y tanta rabia me hizo gritar, girar y golpearle con tanta fuerza de la que fui capaz.

-Estoy harta de que mi cuerpo me traicione. Estoy harta de desear algo que no puedo tener- murmuré-. Mi cuerpo nunca ha sido mío. Yo nunca he decidido. Cuando quedé embarazada fue porque Ryan quería un hijo y siempre hacíamos lo que el quería. Me celaba de tal manera que me encerró en casa un tiempo hasta que creyó que yo no me iría. Ahora me deja el maldito estúpido y yo sufro algo parecido a Síndrome de Estocolmo- me miraba confuso y luego sus ojos se mostraron divertidos.

-Dame una noche, te aseguro que en mis brazos todo va a ir a mejor- aseguró volviéndose a acercar. Lo iba a golpear, cuando él apresó mi mano y me retuvo ahí. Después de mirarme, fijamente, se abalanzó y antes de que pudiera besarme, puse mi mano libre sobre sus labios.

Serie Inocente #2: Pervertida Inocencia©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora