Capítulo 2.

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LALISA MANOBAL.

Nuestras manos se mantuvieron unidas, eso hasta que noté como Nayeon a mi lado pegó con el codo. Con algo de susto de que mi madre notara. Su rostro me había dejado algo perdida, como si hoy mismo hubiera nacido un sentimiento extranjero que recién se había mudado en mí.

Carraspeé y miré Nayeon, la cual enarcó una ceja a nuestra dirección. Jennie sólo sonreía sin mostrar sus dientes, asimismo, en sus mejillas se formaban unos casi hoyuelos, le lucían. Y aquella mujer aunque no se veía muy mayor era obvio que pasaba los treinta.

Aparté la mirada de ella y la centré en mi madre, con toda seguridad de que no había visto como pasó esa pesaba corriente entre nosotras, ni como su amiga me sonríe. En cambio, Nayeon si tuvo la oportunidad de darse cuenta, y su rostro lo decía todo. Estaba desconfiando.

—A Jennie siempre le gustó Seattle. Me contó que en su mayoría siempre quiso viajar y quedarse aquí —mencionó mamá.

Metí mis manos en los bolsillos de mi pantalón, algo ansiosa y esperando la hora de irme. No quería permanecer más tiempo aquí. La idea de hacerlo me turbaba. A pesar de Jennie no estarme mirando, mis nervios no podían notarse menos.

Quería subir a mi habitación y despejar mi mente, sentia a aquella correr por kilómetros. La sensación de que no podía ni moverme gracias a su presencia, no hacía sino causar un fuego en la planta de mis pies que me pedían a gritos que saliera de aquella sala.

—Eso es cierto y... —miró a mi dirección—. Este lugar se ve maravilloso.

—Lo es —afirmó Nayeon.

Las cuatro nos dirigimos al area de los muebles. Mi madre y Jennie se sentaron en el largo, mientras Nayeon y yo lo hicimos en el individual, ella al otro lado y yo de este. Cosa que todas quedáramos en la visión de todas. Jennie sonreía a gusto, mientras mi madre y mi hermana conversaban con ella.

No parecía molestarle, pero tenía unos gustos exquisitos. Hablaba de como había viajado a paris, de como hizo diversas operaciones. Porque es dentista, se desarrolla en esa área y parece que es bastante conocida, porque ha operado a muchos famosos. Hablaba de su profesión como si fuera su vida, pero en ningún momento mencionó tener ninguna pareja. Era soltera.

—Seattle es tranquilo. Hay muchos lugares a los cuales ir y conversar —opinó Nayeon.

Alcé las cejas y suspiré bajito, para no molestarlas en su conversación, y crean que me sentía incómoda.

Pero aunque no tenía mi mirada fija en Jennie, yo sí sentía la de ella de vez en cuando. Su mirada azul cual cielo, no pasaba desapercibida por mí.

Traté por todos los medios de deambular con la mirada; para no caer en la de ella, cosa que resultaba prácticamente imposible. Apreté mi mandíbula y jugué con mis manos y la parte inicial de mi blusa, ignorando por completo aquel extraño sentimiento que golpeó mi pecho en su momento.

—Pues yo siempre quise vivir aquí, y ahora mucho más. Encuentro este lugar algo muy...

—No se anda con vestidos —interrumpí yo. Sin mirarla.

—¿Perdona?

—Eso —ahora si subí la mirada, algo fría, con lo cual Jennie entrecerró aquellos ojos gatunos y tremendamente sexys—. Con vestidos no se puede andar.

—No ando con vestido siempre —me crucé de piernas, llamando su atención. Jennie ahuecó su lengua en la parte interna de su mejilla. Su voz era sutilmente coqueta y con un toque melifluo—. Pero si gustas un día vamos a la tienda, y así me ayudas a elegir mi ropa...

Viajando Entre Mentiras. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora