Capítulo 34.

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JENNIE KIM.

Entré a la casa, dejando la cartera a un lado y con todas las luces apagadas, que al momento de encenderlas, una sombra bastante alta y ya conocida, me recibió.

—¿Cómo entraste? —pregunté a sabiendas de que Kai tenía formas de hacerlo, y bastante excito en abrir puertas.

—Por la puerta —jugueteó.

—Deja de hacerte el gracioso conmigo, esto harta de que siempre utilices esa faseta ridícula —rechisté—. Te vas de mi casa, ya.

—Jennie, Jennie —caminó alrededor de todo con las manos en los bolsillos—. No me eches así de tu casa, me gustaría conocer más, en especial tu cama. ¿Es cómoda para saltar en ella?

—No te imaginas cuanto —respondí, recordando perfectamente los momentos con Lisa, y lo excitantes eran—. Tan cómoda que contigo no me apetece probarla.

Esa sonrisa jocosa que tenía en los labios, mágicamente se le borró. Cosa que a mí me gustó.

Kai era peligroso, y estaba segura de que solo le estaba dando tiempo al tiempo para armar su plan. Porque era eso, un hombre frío y sin corazón, así como yo. Sólo que mucho peor.

—¿La probaste con la niña esa? no, si es que me imagino, muchísimas posiciones hicieron —rió, pero sólo a él le causaba risa ese estúpido chiste—. Ni siquiera la dejaste tocarte, porque claro, a la pequeña Kim no le gusta que miren su cuerpo, ni que la toquen, ni ella mandar en las relaciones. Por un "trauma".

Si supieras.

—Te dije que te fueras —ordené.

—Y yo te dije que no me iré. Quiero que me muestres como tu esposo, como lo que soy —con su dedo índice hizo una seña hacia abajo—. Soy eso y más, porque eres lo que eres gracias a mí.

—Soy lo que soy gracias a mí, no a ti; no le debo nada a ningún hombre, todos son mediocres, estúpidos y a penas pueden pensar con la cabeza. A veces la puta polla les funciona mejor —despotriqué—. Ahora, vete de aquí. No serás ni mi esposo ni nada por el estilo. Y de paso, llevate a la asocial de Seulgi, cada día la soporto menos.

—Por lo menos ella si tiene dignidad.

—Pero aquí la pregunta es, Kai, ¿qué haces tú detrás de una prostituta barata, una sin dignidad y una perra? —enumeré—.  Porque si te quisieras tantito, no vinieras hasta a mí para pedirme que tengamos sexo, que es lo que quieres al fin de cuentas. Pero te me vas ubicando, porque no lo tendrás.

—Te quiero como mi mujer —tomó delantera, y con fuerza sostuvo mi brazo, haciéndome daño, estábamos a una distancia muy corta—. Te quiero como la madre de mi hijo, eso quiero, Jennie Kim. Y espero que tengas el suficiente empeño y valor de volver conmigo a Corea.

—¿O si no qué? —no forcejeé con él.

Si lo hacía, iba a demostrarle a Kai que tiene el poder, me quedé quieta pero sin quitar la mirada. Mi mirada hacia él era despreciativa, era lo único que irradiaba.

—Más te vale que no me retes, he venido aquí con las mejores intenciones, ni te he levantado la mano, Jennie, pero si empiezas a querer hacerte la fuerte, te llevo a rastras a corea. Te prometo que si no lo haces, te saco muerta de aquí. O mejor aun, saco muerta a la idiota esa, que se cree muy mayor para estar jugando con mujeres ajenas —al tener mis labios cerca, Kai aprovechó y me besó.

Rápidamente forcejeé contra él y le mordí el labio inferior, sacándole sangre y un gemido de dolor. Me alejé rápidamente de él.

—¡No me vuelvas a besar en tu puta vida, esto se acabó. No soy la niña indefesa a la cual abusaste en aquella habitación, Kai. Eso ya no existe!

Viajando Entre Mentiras. (Jenlisa)Where stories live. Discover now