Capítulo 26.

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CAPÍTULO 26.

Con fuerza bajó sus besos por todo mi cuello, cuando quise venir a darme cuenta, ya no tenía la parte de arriba de mi ropa, sino que Jennie rapidez se hizo cargo de esta. Ya no existían las explicaciones, ambas queríamos esto. Las respiraciones fuertes, el sudor en nuestro cuerpo. Ella quería ser mía y yo me moría por ser suya. Otra vez.

Mordió el lóbulo de mi oreja, y me recostó, posando su mano en mi pecho.

—No seré gentil, haré que esta cama choqué con la pared —desabotonó mi pantalón y lo fue bajando—. Mía. Sólo mía.

—Tuya.

Me regaló una sonrisa lobuna y lista. Así estaba yo para ella, húmeda y ansiosa, mi sexo latía a su espera. Jennie no esperó más y bajó mis bragas, abrió mis piernas de golpe, mis mejillas se tiñeron de un color carmín leve, ya que nunca permití que nadie me observara de esa manera; y era obvio, Jennie era la primera. Y tenía la certeza de que sería la última.

Cuando me miró, lo hizo como la única. Con sus pupilas dilatadas, bañándome en ese mar de sus ojos azules, unos ojos sexys y condenadamente calientes. Alcé mis caderas a su espera. me mordí el labio inferior.

—Tienes un coño perfecto, el cual me comeré como me dé la gana y cuando me dé la gana —mojó dos de sus dedos y lo bajó a mi centro. No parecía para nada una mujer borracha—. Pídemelo. Pero hazlo de manera sucia.

—Jennie, por...

—No. Nada de por favor. Pídemelo de manera sucia, Lalisa.

—Fóllame, cómeme el coño y hazme venir. Soy tuya, Jennie, tuya.

—Dios mío. Así me dan ganas de nunca detenerme —amasó mis pechos y bajó mi sostén, para antes de tocarme, morder y chupar mis pezones—. Ricos. Y míos.

Tomé su cabello y la despeiné. Así fue bajando sus húmedos besos, hasta llegar a mi monte de venus y dejar un beso en aquel.

A diferencia de la otra vez, esta se sentía mejor. Me sentía mas excitada. Sus besos provocaban que mis jugos salieran y que me preparara para ella.

—No sabes lo mojada que estoy, lo mucho que ansío que seas la única que me posea, Lisa. ¿Te comerías mi coño húmedo para ti? —hizo un puchero. Dios mío, esta mujer quería matarme.

—Sí... —me intenté sentar, pero Jennie negó.

—Pero primero... —abrió mis pliegues sin despegar la mirada de la mía—. Te follo hasta dejarte temblando.

Frotó mi clítoris, pero lo hacía lento para torturarme más. Mis gemidos fueron aumentando mientras ella aumentaba el ritmo de sus movimientos. Pero me sentía vacía sin ella. Desde aquella vez no pude ni tocarme, porque quería que lo hiciera ella, a toda hora en todo momento. Me sentía una enferma.

—¿Te tocaste luego de que me comí esto? —introdujo un dedo, me arqueé y abrí mi boca en una "O"—. Respóndeme o me detengo.

—Oh, mi Dios... Jennie —mi mano se fue hacia arriba cuando me penetró con otro dedo—. Más... uff...

—Dímelo, Lalisa. Dime si te tocaste —ordenó.

—No... no, quería que fueras tú.

Con los ojos entreabiertos, pude ver como Jennie se paró de la cama, sacando ese dedo de mí. Extrañé su calor corporal.

—Haremos esto más divertido —trajo una corbata—. No preguntes. Sólo disfruta el momento. Junta ambas manos —estaba sin sostén pero con bragas, y los pechos que tenía esta mujer eran espectaculares y ni hablar de su culo—. Harás lo que yo te ordene —me amarró las manos y después lo hizo con la cabacera de la cama—. Mía —cuando iba bajando besó mis labios.

Viajando Entre Mentiras. (Jenlisa)Where stories live. Discover now