Capítulo 9

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Silas

Todavía tenía preguntas que hacer, respuestas que encontrar, pero nuestra prioridad era encontrar a Nydia, lo demás podía esperar, aunque...

—Emmé, tengo curiosidad. ¿Cómo has podido mantenerte alejado de la peste negra? —Su gema seguía brillando como si la peste no pudiese alcanzarla, y parecía que a Tress tampoco le había afectado. Después de tanto tiempo en el planeta, ¿Cómo había conseguido esquivarla? Si el árbol del planeta estaba contaminado, ellos tendrían que haber seguido el mismo camino.

—El vertido de combustible afectó solamente al valle. El acuífero que nutre el árbol de luz entra en el valle, no se filtra fuera del mismo. Tuvimos suerte de que no se filtrase al exterior, pero aunque así hubiese sido, la cantidad no habría supuesto un gran problema para el ecosistema. Esos depósitos no son demasiado grandes, y estaba a menos de la mitad de su capacidad cuando aconteció el accidente.

—Eso no responde a mi pregunta. —Necesitaba una explicación más concreta. Aunque intuía hacia dónde quería llegar.

—Tuve la precaución de alimentarme solo con alimentos envasados que llegaron del exterior, nada de productos cultivados en el planeta. Y solo bebo agua que antes he filtrado, aunque desde hace más de 100 años los niveles de contaminación que hay en el agua mineral cercana al valle se mantienen negativos. —Como supuse, era el combustible el que había contaminado al árbol y a los malditos de este planeta, así que en las gemelas rojas... Nada de convergencia ni nada por el estilo, alguien contaminó el planeta entero, no solo su árbol, con combustible. Lo que quería decir... ¿Eran los restos de ese combustible lo que filtraban los baobabs? Tenía que contactar con el laboratorio al que había enviado la muestra para ser analizada. Si les decía qué buscar, seguramente podrían trazar una línea de proceso.

Pero lo que más me preocupaba era la manera en que habían enviado toda aquella cantidad de combustible al planeta, cómo la habían liberado, y lo más preocupante, quienes lo habían hecho. Había un plan retorcido detrás de todo ello, y además no se habían contenido con la destrucción que habían provocado. Y ahí llegaba otra pregunta importante ¿por qué? ¿cuál era el auténtico propósito de todo ello?

Tendría que pesar en todas las posibilidades, en todos los datos y todas las conjunciones posibles. Pero en ese momento tenía una prioridad, y era dar con Nydia. Puede que la contaminación no la alcanzara, puede que sus captores la respetasen de momento, pero de todas formas era urgente el sacarla de allí.

—Un ingeniero sabe como construirse un filtro de agua. —Miré a mi alrededor buscando los elementos necesarios. La naturaleza siempre proveía sui sabías lo que buscar.

—Bueno, el laboratorio de la ensenada me sirvió de mucha ayuda. —confesó.

—¿Te montaste un laboratorio? —No imaginaba a un ingeniero andando entre mesas de laboratorio, pero supongo que la necesidad obliga a tomar caminos que antes uno no pensó en transitar.

—Ya estaba aquí cuando yo llegué. —Aquello me extrañó.

—¿La compañía minera montó un laboratorio fuera del valle? —Normalmente se preparaba un asentamiento de sondeo cerca de la zona en la que se pensaba extraer. Pero con las sondas de medición suborbitales esa práctica ya casi ni se realizaba desde... Bueno, desde que se empezó a la exploración espacial en busca de recursos mineros.

—Es anterior a la mina. —Creo que mis ojos se abrieron más de lo normal. —Te lo enseñaré cuando regreses de vuestra misión de rescate, si es que volvéis.

Nydia

Caminé al lado de Garth por un pasillo construido con piedra y algún tipo de argamasa. Tenía grandes ventanales, así que me permití mirar hacia el exterior. Ya era de noche, pero había luces en la aldea.

—¿Puedo hacerle una pregunta? —giré la cabeza hacía Garth para responderle.

—Por supuesto. —Pareció dudar sobre seguir adelante con ello, pero al final decidió dar el salto.

—¿Como alguien como usted acaba en un sitio como este? —¿Cuánto podía decirle?

—¿A qué te refieres? —Necesitaba más información sobre lo que él sabía de mí, y la información de podía o debería darle.

—Es que me cuesta imaginar a la persona que ha cabreado para que le envíe aquí. No es común que destierren a una mujer. —Traté de esquivar la respuesta, todavía no tenía suficiente información.

—¿Hay más mujeres aquí? —Si creía que a mí también me extrañaba, pensaría que ambos sabíamos lo mismo de este lugar.

—Solo Kashmir, pero no se parece en nada a ella. Por eso... Por eso me choca tanto su presencia aquí.

—¿De verdad somos tan diferentes?

—Oh, sí. —dejó que una sonrisa apareciese en sus labios— Ella pataleó y gritó como una fiera salvaje cuando salió de su cápsula.

—Bueno, no todos somos iguales. —Eso era algo que me decía mucho la abuela.

—Si lo dice por su raza... Ya he notado que no es una verde. Su piel es más clara y suave. —Estaba segura de que había notado eso nada más verme. Aunque algo en su manera de pronunciar esa última frase envió un escalofrío por mi espina dorsal, pero uno de los malos.

—Las diferencias a las que me refiero son de otro tipo. —Ya había notado que también aquí había problemas con el origen de cada raza. Era como un tipo de xenofobia multiplicada por seis. Lo único bueno, es que los seres de cada planeta parecían haber olvidado sus diferencias en favor de una unión en contra de alguien con el que tenían diferencias más notables. Por ejemplo, los verdes. A parte de que sus ojos sufrían más con la luz intensa, y les gustaba moverse en lugares con menos iluminación. Su piel era más gruesa, sus orejas muy pequeñas, y sus uñas parecían más las garras de un cocodrilo. Si tendría que buscarles una similitud con un animal de la Tierra, diría que eran como dragones de cómodo, esos lagartos enormes. ¿tendría una lengua larga y viperina?

—Bueno, diferente o no, está aquí, así que tendrá que acostumbrarse. Esto no está tan mal después de todo.

En ese momento nos detuvimos frente a una puerta, a la que Garth llamó con un par de golpes y esperó permiso para entrar. Esto no era habitual si ibas a un comedor.

—Adelante. —La voz del otro lado sonó masculina y autoritaria, por lo que no me sorprendió ver al otro lado a un hombre de unos sesenta y pico años humanos, con una postura arrogante y militar. Su sonrisa al recibirnos me pareció calculadora.

—General. Le traigo a nuestra visitante. —El general se levantó de detrás de su despacho para acercarse a nosotros, encontrándonos a mitad de camino.

—Perfecto. —Recorrió con su mirada mi atuendo, provocándole cierto recelo a su expresión. Aunque, cuando se detuvo en mi rostro, percibí como sus párpados se cerraban ligeramente. —Soy el general Aquiles, y estoy al mando de este asentamiento. ¿Y tu nombre es?

—Nydia. —sus cejas se alzaron ligeramente, como si algo acabase de encajar en su cerebro.

—Nydia. —repitió. —¿Podrías dejarnos unos minutos a solas, Garth? —Aquella petición le sorprendió, pero lo disimuló muy bien.

—Por supuesto, mi general. — El general caminó a mi alrededor mientras hacía tiempo a que su subalterno se fuera cerrando la puerta tras de sí.

—No sé a que verde a cabreado, pero se a arriesgado mucho al enviarla aquí, alteza. ¿Sorprendida de que alguien en este abandonado planeta sepa quién es usted? —Se suponía que debía estarlo, o al menos él creía que debía ser de esa manera, así que asentí en silencio. —Como ve, no estamos en un lugar tan primitivo como parece.

—Y supongo que la persona que nos a tirado aquí a mí y a mis compañeros tampoco sabe eso. —Aquiles sonrió con suficiencia.

—Es evidente que no, porque no la habría dejado en mis manos. —Sus palabras debían haberme causado miedo, pero sentía mucha más curiosidad.

—¿Puedo saber por qué? —me atrevía a preguntar.

—Porque un maldito no desaprovecharía la oportunidad de recuperar el brillo de su gema, y usted, mi reina blanca, va a obrar ese milagro con nosotros de nuevo.

El clan del viento - Estrella Errante 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora