Capítulo 30

1K 344 63
                                    

Rigel

Mientras el sanitario y yo empujábamos la camilla, seguía sosteniendo la mano de Nydia, o más bien, ella se aferraba con fuerza para que no me soltara. Me necesitaba a su lado, y es ahí donde iba a estar, nadie podría apartarme.

—Por la diosa, está...—mi madre giró la cabeza hacia mí para continuar la frase—está de parto. —Comprendía su sorpresa, nadie, salvo Nomi, y aquellos que pasamos los últimos meses a su lado en aquel planeta, sabían de su embarazo. Lo habíamos mantenido en secreto para contener las consecuencias de lo que significaba aquello a nivel político. La reina blanca, la regente de los azules, con un heredero, y además un mestizo con sangre de la casa roja. Las implicaciones podrían explotar en muchos frentes, y con todo el asunto de su coronación tan reciente era mejor dejar que las aguas se calmaran.

—Es muy pronto. —la voz de Nydia sonó agarrotada por el esfuerzo que estaba haciendo.

—La gestación entre los de su raza es de 42 semanas, y solo ha cumplido 28. —Aclaró Silas mientras caminaba detrás de nosotros.

Subimos al transporte y cerraron la puerta, pero ninguno de nosotros se quedó fuera. Era algo estrecho, pero ninguno pensaba quedarse fuera.

—Puedo asegurarte de que el bebé está en camino, y está maduro. —Mi madre lo dijo seria, pero no entendía cómo podía estar tan segura sin haber colocado ningún instrumento de diagnóstico sobre Nydia.

—Eso no es posible, ella... —Mi madre interrumpió a Silas.

—¿Quieres un scanner para estar convencido? A mí me basta con olerla. —Entonces recordé. Un médico y una mujer que ha estado de parto pueden identificar ese olor. Los primeros por entrenamiento, las segundas porque lo han vivido.

—¿Estás segura? —No dudaba de la capacidad olfativa de mi madre, pero no podía olvidar que Nydia pertenecía a una raza con la que no habíamos tenido ningún contacto antes. Si su olor ya era diferente antes, embarazada podía ser también una sorpresa.

—Es... diferente, pero no tengo dudas. Hay sangre de un rojo en su interior. —Su mirada fue acusadora, por lo que tuve que darle lo que me pedía.

—Es tu nieta la que está ahí dentro. —No pude ver su reacción, porque el vehículo se detuvo bruscamente en ese momento, lanzándonos hacia delante con fuerza.

Mi madre fue la primera en salir del vehículo, gritando órdenes como solo sabía hacerlo ella. Si la gente no dudaba en obedecerla cuando mandaba hacer algo, cuando le imprimía urgencia al asunto el personal corría a cumplir sus órdenes.

—¡Preparad la sala de partos!

Conocía el centro médico, conocía las salas de urgencias, y conocía el camino que estábamos recorriendo con celeridad. Pero apenas me detuve a comprobar lo que había cambiado la instalación desde la última vez que estuve allí, toda mi atención estaba en Nydia, y en el dolor que agarrotaba su cuerpo con cada contracción. Ahora estaba seguro, mi bebé estaba en camino.

Nos detuvimos en una sala bien iluminada, donde traspasamos a Nydia a una camilla de partos. Era diferente porque el respaldo estaba inclinado, aunque no del todo, permitiendo que la madre estuviese semi recostada. Antes de que colocasen los anclajes para sus pies, Nydia se incorporó para aferrar el cuello de mi camisa.

—Quiero la epidural. —Su expresión me pareció casi asesina, lo que me dejó claro la urgencia de lo que estaba pidiendo. El problema era que no sabía de qué se trataba. Giré la cabeza hacia Silas esperando que él supiera de qué se trataba.

—Es un tipo de analgesia que se inyecta en la parte baja de la columna vertebral para aliviar el dolor del parto. —Giré nuevamente la cabeza para buscar a mi madre, que corría de aquí para allá recogiendo sensores de monitorización para colocar sobre mi mujer.

El clan del viento - Estrella Errante 3Où les histoires vivent. Découvrez maintenant