Capítulo 38

1K 346 58
                                    

Rigel

El rostro extasiado de mi madre aún perduraba en mi memoria. Cuando se despidió de Juncal, mi pequeña gorjeó feliz, haciendo que el corazón de su abuela saltara de alegría. Una mujer siempre se deshace con la sonrisa de un bebé, pero cuando se trata de tu sangre, la sensación de felicidad se multiplica.

—Pronto entraremos en la órbita de Naroba. —Aja se acercó de frente para notificármelo, un acto muy prudente por su parte. Después de una madre, el padre es la criatura más peligrosa que existe, y nadie querría provocarme mientras vigilaba como mi pequeña era alimentada por su madre. Podía oler la leche materna que estaba engullendo con ansias al otro lado de la cortina que habíamos puesto como barrera visual, pero todos los rosjos en aquella nave sabían perfectamente lo que estaba ocurriendo al otro lado. Esto era para Nydia, para que se sintiese mejor, a fin de cuentas, ella no era una especie cuyo sentido olfativo fuese tan sensible como el nuestro. Si llegase a imaginar lo que había en la cabeza de los pasajeros de esta nave... Mejor evitaba pensar en ello.

—Gracias por avisar. —Giré la cabeza hacia la cortina para que mi esposa me oyese mejor. Mi esposa... Tenía que hacer de ese título algo legal. Que ella hubiese gestado un hijo mío era suficiente en algunas culturas para que la unión fuese completamente vinculante, pero no era así en muchas otras. —En unos minutos llegaremos al Santuario, ¿estáis listas?

—¿Te importaría sostenerla? —Levanté la cortina para entrar en el reducido habitáculo.

—Por supuesto. —Tomé a mi pequeña de brazos de su madre. No pude evitar alzarla ante mí, para ver sus ojos felinos estrecharse con curiosidad. Su cabecita se erguía desafiante. ¿Los bebes de la tierra crecían tan rápido?

—Menos mal que tu madre nos proveyó de abundante ropita de bebé, porque sería difícil de ocultar su presencia si hiciéramos pedidos de ropa para el Santuario.

Habíamos estado hablando sobre ello durante el viaje. Mantener el embarazo en secreto había sido algo más o menos fácil, sobre todo porque permanecimos aislados en el planeta Delta- 6 R-42 durante los últimos meses de gestación. Pero esconder un bebé era algo diferente, sobre todo porque entre las filas de los malditos no podría haber ninguno. Si éramos estériles, un bebé no podía ser nuestro.

—Siempre podríamos recurrir al contrabando. —Para un mercenario como lo habíamos sido mis congéneres y yo mismo, el contrabando no era más que otra variante de nuestro trabajo.

—Ya, pero seguro que acabarían enterándose. Ya sabes lo que dicen, una vez puede ser una curiosidad, dos ya es demasiada casualidad, saltarían todas las alarmas. —Ella lo decía por que sabíamos que vigilarían todos nuestros pasos, ya bien por ser un cotilleo, o por estar en el objetivo de los espías enviados por nuestros enemigos.

—Cuando el asunto de los renacidos explote en sus caras, esconder un bebé será mucho más sencillo. Ella es un secreto muy pequeño, ¿verdad, mi princesa? —Metí mi nariz en su tripita para frotarla con energía. Arrancándole un gorjeo divertido. Su olor era tan reconfortante...Me derretía el corazón.

—Trae aquí, vamos a limpiar ese culito sucio. —Nydia tenía en sus manos un pañal limpio que había sacado de uno de los contenedores que nos dio mi madre.

—Yo lo haré. —Tendí a mi princesa sobre el cambiador que había preparado su madre, y con agilidad retiré el pañal sucio, limpié su trasero, puse el nuevo, y después la vestí con unos pantalones limpios.

—El otro estaba limpio. —Protestó Nydia.

—Olía mal. —Ella se mordió la lengua antes de contestar a mi observación. Cuando se trataba de olores, ella nunca discutía conmigo, sabía que acabaría perdiendo.

El clan del viento - Estrella Errante 3Where stories live. Discover now