18 POV Liv

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Bajo corriendo las escaleras desde mi cuarto hasta la recepción y cruzo las dos puertas de vidrio de doble altura que me conducen hacia la escalinata de la entrada y hacia la calle para darme de frente con la imagen de Nik en la sombra apoyado contra su motocicleta que se halla estacionada en la vereda cruzando la calle.

—¡Liv! —escucho la voz nasal de Sonia a mis espaldas

—Voy a salir —grito, pero probablemente, ya no pueda escucharme.

No es hasta que me detengo frente a la escuela que me doy cuenta que tal vez no debí correr todo el camino hasta afuera. Mi pecho sube y baja con violencia. ¿Qué son cinco minutos más? Ahora estoy agitada y sudando dentro de mi vestido floreado y algunos mechones de pelo se escapan de mi perfecta cola de caballo cuando me gira por un instante para verme reflejada en uno de los ventanales. Me sacudo el escote del vestido para refrescarme y avanzo con toda la confianza que soy capaz reunir en dirección a Nik, quien permanece demasiado serio. Intento sonreír para romper el hielo.

—Perdón por hacerte esperar, no esperaba tu llamada —suelto.

—No importa. ¿Nos vamos? —dice al tiempo que me extiende el casco.

—Sí —intento sonar segura.

Antes de darme cuenta, Nik ya se halla montado sobre su motocicleta. Me subo detrás de él y casi siento orgullo cuando no pierdo el equilibrio en el intento. Titubeo antes de deslizar mis brazos por su cintura, bajo su chaqueta de cuero, pero Nik no arranca. Sigo su mirada en dirección a la escuela y estoy a punto de preguntarle qué pasa, cuando el poderoso estruendo del motor me asalta.

—Si no te sujetas fuerte, daré media vuelta para obligarte a hacerlo. Eso si no te caes antes —me amenaza y se asegura de que lo haga antes de acelerar a toda marcha.

Pronto decido superar mi timidez y recuesto mi cabeza contra su espalda. El camino es similar al que recorrimos para ir a casa de Renny. Sin embargo, la casa de Nik se encuentra en una zona un poco menos transitada y, me atrevería a decir, más segura. No se trata de una residencial, pero al menos no veo zapatillas colgadas en los cables de alumbrado público. Se trata más bien de una casa grande de una sola planta, aunque de apariencia bastante descuidada, la pintura ajada por los años llora gotas de polvo después de la llovizna y con un jardín frontal que parece no haber sido regado en años.

—Mi tío puede ser algo extraño a veces, así que no pienses que se trata de ti —menciona Nik mientras me toma de la cintura con ambas manos. Su contacto me hace temblar y casi no escucho lo que dice, cuando me levanta del asiento y me deposita sobre la calzada, muy cerca de su cuerpo.

—Perteneció al ejército cuando era joven, pero resultó herido en un operativo que lo dejó inhabilitado y desde entonces solo se dedica a su taller —continúa.

—¿Qué clase de operativo? —trato de que mi voz no flaquee.

—Un mal salto en paracaídas, tuvieron que operarlo de la columna y a veces le aparece una ligera cojera por el dolor.

Asiento y procuro por anticipado no preguntarle sobre su trabajo o cualquier cosa que pueda desviar la conversación a ese tema en particular.

—¿Y tú...?

—Yo trabajo con él desde los quince años. Para aprender lo que es 'ganarme cada centavo'. El taller se encuentra ahí mismo —señala la puerta levadiza de la cochera que se halla junto a la casa—. Y ahí es donde paso gran parte de mi día, cuando no estoy en casa de Renny...

La casa por dentro guarda la misma personalidad descuidada. Los muebles parecen haber estado ahí una eternidad y nadie parece haberse cuestionado nunca su razón de ser —o haberles pasado un trapo. La pintura amarillenta comienza a descascararse en ciertas zonas por la humedad y podría jurar que si no fuera por mí ninguno de los dos hombres que habita la casa habría pisado el comedor hasta Navidad. Aun así, me esfuerzo por hacer un cumplido al cual Nik responde con una media sonrisa.

DesadaptadosWhere stories live. Discover now