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Había accedido a hacerme el examen de ADN. Como dijo Liv, no tenía nada que perder, pero sí mucho que ganar. Claro, si es que aquel hombre que terminó siendo mi padre por azar decidía que así fuera. Estoy completamente embarrado en grasa y no me importa, porque trabajar es ahora mi única distracción y lo único en lo que soy bueno. De pronto, suena mi celular y decido contestar solo en caso de que sea alguien importante. Aquella categoría se reducía a Liv. Sin embargo, el nombre de Carolina aparece en la pantalla y no sé si quiero saber qué es lo que tiene para decir.

—Nik, ya me llegaron los resultados del examen de ADN. – Mi corazón se detiene ante la absurda idea de que el resultado hubiera dado negativo. Aquello era imposible, solo se trataba de una «formalidad».

—¿Y? —le exijo que hable. ¿Por qué las mujeres aman el suspenso? ¿es que nunca pueden ir de frente al grano?

—Tranquilo, es tu padre. Ya le envíe los resultados. Solo queda esperar una respuesta de su parte. Recuerda que no es fácil para él tampoco enterarse que tiene un hijo adolescente.

—Él fue el que decidió donar su puto esperma —le recuerdo.

—Paciencia. Me comunico contigo en cuanto tenga novedades.

¿Eso era todo? ¿Me llamó para decirme que aún había que esperar una respuesta de su parte? Estaba harto de esperar o mejor dicho, de no saber qué esperar.

Aquella tarde recojo a Liv de la escuela para ir a caminar al parque que queda a dos cuadras, ya que no podemos ir muy lejos. Ella aún está en ensayos y ni Gerda ni sus abuelos saben de nuestra 'relación', si se le puede llamar de alguna manera. Pero, por increíble que resulte para mí admitirlo, era bueno tener a Sonia de aliada.

Había empezado a ser un poco sobreprotector con ella, me preocupaba, no podía evitarlo. Y ella lo entendía, aunque a veces también terminaba por irritarla.

˂˂¿Puedes dejar de actuar como si fueras mi padre? Te recuerdo que nunca tuve uno.˃˃

Y, tal vez, tenía razón. La llamaba y le enviaba mensajes a toda hora para saber si había comido, si había dormido bien, si se sentía cansada, triste o incluso fastidiada. Usualmente lo estaba y mi insistente atención, en lugar de mejorar su mal humor, lo empeoraba. Pero, valía la pena aguantarlo para escuchar de vez en cuando un 'Gracias' o un 'Te amo' de sus labios. Justo antes de poder besarlos.

—Soy bulímica —suelta de repente y yo no sé hacer otra cosa que no sea abrazarla.

No es que no hubiera considerado antes la posibilidad, solo había sentido demasiado miedo de volver aquella verdad en una realidad tangible.

Ella me mira con el rostro surcado de lágrimas y me asegura que está tratando de evitarlo, pero que comer es una tortura. Me habla de aquella voz en su cabeza que no la deja en paz y que lo único que hace es ensayar y dormir. E incluso para eso le hacen falta ganas. No tiene ánimos de nada. Solo se siente enojada y triste y culpable y ansiosa y vacía todo el tiempo.

—Tienes que hablar con tus abuelos, tienes que decirles lo que te pasa —ella niega con la cabeza—. ¿Alexis lo sabe?

—Nadie más lo sabe. Luisiana se dio cuenta, pero no se lo ha dicho a nadie. Estoy segura —hace una pausa—. Hay rumores... en la escuela.

—¿Qué dicen? —ella suspira.

—Algunas dicen que lo hago para llamar la atención de mis abuelos. Otras creen que estoy enferma y que tengo un blog anónimo en el que promuevo la anorexia y la bulimia. Es una mierda. Todo esto es una mierda —habla agotada, ahogada por las lágrimas y la desesperación.

No podía sacarme sus palabras de la cabeza, los problemas de Liv comenzaban a enfermarme a mí también, pero no quería dejarla sola. No lo iba a hacer.

Alexis se había aparecido un día, sin previo aviso, en casa de Renny y ambos habían mantenido una larga conversación mientras yo aguardaba en la cocina como un idiota por casi dos horas. Tarde o temprano esos dos iban a regresar, yo ya le había dicho a Renny que era un imbécil por dejarla ir. La pelirroja nunca me había caído mal, pero su hermano, definitivamente, no formaría parte nunca de mi círculo de amigos. Y si fuera por mí, tampoco del círculo de amigos de Liv.

—¿Y qué hay de ese Max? Tú mamá lo ama.

—¡Pero yo no! —la escucho suspirar exageradamente—. Max es un amigo de mi infancia —puedo imaginarla poniendo los ojos en blanco—. Además, está saliendo con una amiga mía. Yo misma los presenté —dice orgullosa.

—¿Ah sí? ¿Con quién?

—No la conoces, se llama Daphne. Estaba conmigo el día me cambiaste por la tal Andrea —hace énfasis en el nombre de la chica.

—Ya te lo dije, Andrea es mi compañera de trabajo, somos amigos, nada más. Ni siquiera me gusta.

—Está bien —hace una pausa—. Tal vez podamos salir algún día los cuatro.

—Ni hablar.

No sabía qué era lo que me había empujado a hacer esto. En realidad, si lo sabía. Estaba desesperado y no podía cargar yo solo con el peso de saber a Liv enferma y no tener ni puta idea de cómo ayudarla. Había hecho todo lo que estaba en mis manos para que se sintiera mejor, para que quisiera mejorar. Por ella misma. Y si eso no era suficiente, quería que lo hiciera por mí. Le repetía todos los días lo hermosa que era, lo hermosa que siempre había sido. Trataba de demostrarle de todas las formas posibles cuanto la amaba. Había inventado que Roger y yo teníamos como costumbre celebrar el cumpleaños de mi madre para ir a almorzar los cuatro juntos y había conseguido convencerla, con ayuda de Sonia, para sacarla, aunque sea por un rato, de aquella rutina que la estaba consumiendo por completo. Ya no sabía que más hacer y, por supuesto, Alexis se rehusó a creerme al principio.

—Tú eres su compañera de cuarto. ¿Cómo puedes no haberte dado cuenta de que estaba mal?

—No pensé que fuera tan grave, nunca lo aparentó —su mirada delata pánico y conmoción—. Necesitamos hablar con sus abuelos.

—Yo le dije lo mismo, pero no quiere.

—¿Qué importa si no quiere? ¡Hay que hacerlo de todas formas!

—Dentro de dos semanas es el concurso internacional. Si sus abuelos se enteran ahora, no la van a dejar viajar —Alexis suspira, sabe que tengo razón.

—¡Pero son dos semanas! ¿Sabes todo lo que puede pasar en dos semanas?

—Créeme que no dejo de pensar en eso. La idea no me deja en paz, ya ni siquiera puedo dormir.

—Hablaré con mis padres, ellos sabrán cómo manejar mejor esta situación. La conocen de toda la vida.

No me arrepentía de haberle contado a Alexis lo que estaba ocurriendo con su mejor amiga, ella merecía saberlo y tener la oportunidad de intentar ayudarla, cosa que yo no había podido hacer. Sin embargo, que ella se enterara no había hecho más que enfurecer a Liv. Por más que tratara de evitarlo, poco a poco ella se iba aislando. No quería hablar con Alexis y siempre utilizaba el cansancio como excusa cuando le proponía hacer algo que involucrara dejar la escuela. La estaba perdiendo, y tenía miedo de ver su vida extinguirse frente a mis ojos y no poder hacer nada para impedirlo. Nunca había sentido tanta frustración e impotencia en mi vida entera.

—¿Y cuando haya pasado el concurso internacional qué? ¿Dejarás la escuela para internarte en un centro de rehabilitación?

—¡Basta! ¡Si te conté esto fue para que me apoyaras, no para que me hundieras más!

—Eso trato de hacer, pero no me dejas ayudarte.

—¿Y por eso tenías que contárselo a Alexis? Ahora ella está igual que tú, antes ni siquiera les importaba lo que me pasara —me mira cargada de ira—. ¡Estoy harta de que todo el mundo me pregunte si estoy bien! ¿Qué acaso la respuesta no es obvia? ¡Solo necesito que me dejen en paz!

Sin darse cuenta, Liv había comenzado a apartar todo y a todos de su vida. Y eso me incluía, inevitablemente, a mí.

DesadaptadosWhere stories live. Discover now