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Cuando Nik me deja en la escuela los visos anaranjados se han perdido por completo y en su lugar el cielo acuarelado combina tonos azules y púrpuras entre los edificios.

—¿Estás segura que no quieres volver a casa de Alexis? —lo estaba. No sé si tenía razones reales para estar enfadada con ella o solo intentaba huir.

—No, prefiero quedarme aquí esta noche. Tengo que ensayar.

—Pienso que estas comenzando a obsesionarte con esto.

—Nik —alargo su nombre.

—Está bien, quería pedirte algo —su mirada cambia y puedo advertir cierto temor en ella.

—¿Qué pasa?

—Mañana voy a ir al hospital a solicitar la historia clínica de mi mamá. Necesito estar seguro de que todo lo que dice ese hombre es verdad.

—¿Quieres que vaya contigo?

—¿Lo harías?

—Claro que sí —sonrío para reconfortarlo, sé que está nervioso.

Paso la noche entera ensayando, hora tras hora, por más que estoy exhausta y mis músculos me suplican que me detenga. Pero no lo hago, no hasta haber quemado todas las calorías que había ingerido y no había conseguido vomitar. Es mi castigo por haber comido más de lo que debía, más de lo que yo misma me permitía.

Cuando el agua de las duchas cae sobre mi cuerpo con ferocidad, por poco y pierdo el equilibrio. El agua caliente alivia mis músculos agarrotados y me ayuda a liberar toda la tensión contenida. Vuelvo a mi habitación a cargar mi celular, que se había quedado sin batería cuando aún estaba en el malecón, lejos de aquí. Tan pronto se prende, las alertas de llamadas y mensajes empiezan a aparecer una tras otra en la pantalla, acompañadas de los bips incesantes. Quince llamadas perdidas de Alexis, dos de Daphne y una de Adriano, probablemente Alexis le pidió su celular para ver si tenía suerte.

¿Dónde estás?

Liv ¿Dónde te has metido?

Ya nos estamos yendo, no puedo volver a mi casa sin ti.

¿Qué le voy a decir a mis papás?

Liv, por favor, responde. No sé qué hacer.

¿Estás molesta conmigo?

No me obligues a llamar a la escuela a preguntar por ti.

Por suerte no lo había hecho, de otra manera ya tendría a Sonia y una avalancha de preguntas encima mío. No me cabía la menor duda de que Alexis había inventado una buena excusa para justificar mi ausencia en su casa, se estaba volviendo toda una experta con las mentiras.

...

—¡Liv! ¡Apréndete los pasos! —la exclamación de Gerda llega hasta mis oídos como un estruendo.

Estaba tan pendiente de mi propia imagen en el espejo: mis piernas, mis brazos, mi trasero y hasta mi poco busto, que no conseguía aprenderme una sola secuencia. ¿Las demás verían en mí lo mismo que yo veo en mí? Solo me observaba y sentía ganas de llorar, de salir corriendo por la puerta y cubrir mi cuerpo. Después de la clase era momento de ir a pesarnos y nunca antes había sentido tanto miedo de subirme en esa balanza.

—¿Qué pasó contigo ayer? ¡Estaba preocupada por ti! Por lo menos podrías haberme avisado que te ibas —no tenía ganas de responder.

—¡Aurich!

—Es tu turno —le advierto y ella suspira antes de darse la media vuelta.

Los minutos de pie frente a la puerta cerrada del consultorio se hacen eternos, el hormigueo en mi estómago es casi doloroso, la angustia en mi pecho se vuelve insoportable. Tengo miedo, no quiero entrar ahí y debo haber palidecido cuando Alexis vuelve a cruzar la puerta y me mira con suspicacia.

DesadaptadosTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang