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Son más de las dos de la mañana cuando llego al Lima Bar para encontrarme con los chicos, pocos metros antes de nuestro estacionamiento habitual puedo reconocer las motos de algunos de ellos. Me estaciono y camino hasta la puerta de entrada al bar. El tipo de la puerta, Charlie, ya me conoce y me saluda con un ademán de mano.

—¡Nik! —reconozco la voz de Renny, mi mejor amigo, que viene desde el angosto callejón al lado del bar. Camino hasta él, y veo que están Marlo y Derek a su lado terminando de fumarse un cigarrillo. Además de Kara, cuyo pelo platinado identifico a metros de distancia, y Sasha, que parece la cola de la primera.

—Casi no te veo —molestó a mi mejor amigo debido a su piel morena, al tiempo que le despeino los rulos, lo cual resulta inútil. Tiene la cabellera demasiado tupida como para que eso sea posible.

—Logan ya está viniendo, dice que tiene algo grande —me informa Marlo.

—¿Otra tienda de autoservicio? —pregunto a modo de burla. Logan se siente un matón, pero no es capaz de nada realmente grande.

—Una escuela de ballet para pitucas —me dice Kara—. Todas están fuera por el fin de semana.

—En sus casas de playa seguro —menciona Sasha de manera despectiva.

—Estamos en invierno tarada —le recrimina su amiga y los muchachos ríen.

—Yo paso —dice Renny de manera desinteresada, y veo como Marlo y Derek niegan con la cabeza a modo de desaprobación.

—Como siempre —dice uno.

—Marica —sigue el otro.

—No soy imbécil como ustedes ¿creen que una escuela de ricos no tiene cámaras de seguridad? Van a tener a la policía encima antes de que hayan podido robar algo —responde iracundo.

—No hay nada, Logan ya se encargó de todo —dice Derek confiado.

—¡Logan, Logan! Parecen un par putas que se la chupan todo el día —contesta mi amigo

—¿Alguien dijo putas? —la voz de Logan se filtra en el ambiente acompañada de la risa de los otros dos chicos que vienen con él: Kamil y Fabián.

—Aquí ya tenemos a un cagón —insiste Marlo.

—Ya déjenlo en paz, si no quiero ir que no vaya —defiendo a mi amigo. Ya han conseguido ponerme de mal humor.

—Bien dicho Nik, aquí nadie está obligado a ir, pero que después no ande pidiendo plata prestada cuando se haya fumado todo su miserable sueldo.

—Hablaos —me dice Renny dándome una palmada en la espalda. Tira la colilla de su cigarro y la pisa antes alejarse en dirección al bar.

—¿Alguien más arruga? —pregunta Logan—. Que hable ahora o que se meta la lengua al culo —sentencia entre risas. No es que haga todo lo que dice como mencionó Renny, pero necesito el dinero y esta es la manera más rápida de conseguirlo.

Cuando estacionamos con las motos frente al bloque de cuatro pisos que ocupa la mitad de la cuadra, me doy cuenta que esta vez de verdad se trata de algo grande y pienso por un momento en renunciar. Pero sé que si todo sale bien los chicos no dejaran de recordármelo por los próximos diez años, si no es más.

—Una vez dentro, nos separaremos. Según tengo entendido las habitaciones están en el tercer y cuarto piso. Yo entraré a las oficinas en el segundo —explica Logan—. Cada uno se llevará lo que encuentre y esa será su parte de la ganancia, esta vez no nos dividiremos ¿entendido? —los cinco chicos tienes los ojos puestos en el edificio de cemento pulido y grandes ventanales. Mientras tanto, yo me debato internamente entre participar o no del robo. Sé que si llegaran a atraparme mi tío no tendría para pagar la fianza y eso supondría por lo menos dos años encerrado.

Camino con ellos hasta la entrada y nos detenemos un rato frente a las dos puertas de doble altura. La calle está desierta, pero aún así hay que actuar rápido.

—¿Has pensado en cómo vamos a entrar? —pregunta Derek.

En ese momento, Logan saca una llave de su bolsillo y la introduce en la cerradura, con lo cual la puerta se abre sin necesidad de forzarla.

—¿Dónde conseguiste eso? —lo cuestiona Marlo impresionado.

—El papá de Kamil es chapero y estuvo en cana hace poco.

—Lo detuvieron por vender cerraduras truchas, pero después lo soltaron. No te retienen mucho tiempo por esas cosas —explica él.

—Se la afanó a un policía —alardea Logan.

—Si puedes falsificar cerraduras ¿Qué es una llave maestra? —se jacta.

—Ya basta de cacareos, hay que entrar —los reprende Fabián y es el primero en cruzar la puerta de entrada. Los demás lo siguen y una vez adentro, ya es demasiado tarde para retroceder, así que decido subir con la mayoría a los cuartos, mientras Logan y Kamil se encargan de las oficinas.

Arriba, todos nos dividimos y a partir de ahí cada uno trabaja por su lado. Amigos o colegas, en el campo de batalla cada uno ve por sí mismo y a los caídos se los deja atrás si no quieres caer con ellos. Esa es la regla.

Yo me voy al fondo del pasillo en el tercer piso y entro a una de las habitaciones al azar. Empiezo a revolver el armario y encuentro cientos de vestidos y tacones que, por más que no sepa de marcas, estoy seguro valen una fortuna. Saco algunas cosas y las dejo sobre una de las camas. En la primera mesa de noche no encuentro nada significante, es lógico que si alguien se va por el fin de semana se lleve sus pertenencias más valiosas. Sin embargo, el segundo velador parece intacto, encuentro incluso un cepillo de dientes, lo cual me resulta extraño. Si hubiera alguien en el cuarto en este preciso momento, realmente no tendría donde esconderse. El espacio es demasiado reducido y casi no hay muebles en él. Quién sea que se haya quedado debe estar fuera por la noche. Sigo rebuscando entre sus cosas y al fondo del cajón encuentro una cadena de oro con un nombre grabado en ella: 'Livia'. Lo guardo en mi bolsillo inmediatamente. Cuando estoy a punto de retroceder piso algo sin darme cuenta, una manga de cuero sobresale desde abajo de la segunda cama y los bordes gastados me resultan familiares. La tomo para estar seguro, es casi imposible. Pero, una vez entre mis manos, quedo desconcertado mirándola: es mía.

—¡Nik, vamos! ¡Apúrate! ¡Nos descubrieron! —la voz de Derek me toma por sorpresa.

Salgo disparado del cuarto llevándome únicamente mi casaca y sigo a mi amigo escaleras abajo. Tan pronto cruzamos la puerta de salida del edificio ya es posible escuchar la sirena del patrullero aproximándose peligrosamente, aunque aún no son visibles sus características luces parpadeantes azules y rojas, lo cual nos deja un margen de tiempo para huir sin ser vistos. Corremos hacia las motos, donde ya se encuentran montados Logan y Kamil con dos mochilas cargadas de cosas y nos damos a la fuga. Mi corazón a toda marcha opaca la potencia de los motores que compiten por sobresalir en el silencio de la noche. Los demás chicos no tardan en salir y alcanzarnos. En pocos minutos estamos todos fuera de peligro y yo solo necesito un trago para calmar la adrenalina y la confusión que invaden mi cuerpo.

DesadaptadosWhere stories live. Discover now