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La noche está fresca, la calle es larga y silenciosa, casi nadie transita por ahí. Tanto así, que ni siquiera hay veredas por donde caminar, tan solo una fila de calzada que desfila entre los portones de las enormes casas. La noche oscura hace lucir la zona aún más tranquila, como si nada pudiera alterar la paz de sus habitantes. La casa de Alexis está casi al final del camino asfaltado. Nik detiene su moto cuando le indico que hemos llegado y mira con una expresión que combina asombro y repulsión la envidiable propiedad que se levanta delante de nosotros. Aún así no dice nada.

He pasado tantos días y tantas noches en esa casa, que es increíble que siga admirada de como el azar puede llegar a determinar tan profundamente la vida de alguien. Yo no nací en una casa rica, pese a que tal vez así es como debería haber sido. A veces me pregunto qué tan diferentes hubieran sido las cosas entonces, que tan diferente hubiera sido yo. Pero de igual manera llegue a parar aquí, que no deja de ser lo más semejante que tengo hoy a una casa.

Me veo reflejada en el vidrio polarizado de la caseta de seguridad de la residencia, a un lado del portón marrón de la entrada, pero sé que no hay nadie viéndome del otro lado. Difícilmente alguien preste atención a la cámara de seguridad en este momento, equivocada o no, no intento esconderme. Mi reflejo luce algo desencajado, me paso las manos por mi melena alborotada y mis ojos revolotean de inmediato hasta la imagen de Nik a mis espaldas. Tal vez el azar quiso que nos conociéramos, tal vez nos hubiéramos conocido de igual manera si las cosas no se hubieran dado de este modo. Tal vez con menos heridas y un poco menos rotos, pero entonces tal vez no existirían dos soledades que se complementen, solo dos chicos con un poco más de suerte. ¿Estaría él en mi vida entonces?

Me había burlado tantas veces de Alexis por tardarse más de media hora cada vez que tenía que despedirse de Renny incluso por teléfono, que es irónico que sea ahora a mí a quién le cuesta hacer lo mismo. Es casi como si Nik y yo fuéramos polos opuestos y su cuerpo me atrajera con tanta intensidad que me falta fuerza para apartarme de él. La verdad es que prefiero mil veces quedarme aquí, incluso en el frío, que entrar a la casa de mi mejor amiga y enfrentarme a la incómoda situación que me espera adentro. Por otro lado, Nik no deja de besarme y yo no me siento capaz de detenerlo, su boca me resulta adictiva. Aún así, no puedo evitar ponerme nerviosa cada vez que el beso comienza subir de tono y aunque él no diga nada, sé que puede notar como mi cuerpo se tensa bajo sus manos.

Sus dedos tibios se escabullen ágilmente bajo mi blusa y se deslizan desde mi cintura hasta mi cadera causándome un estremecimiento. Mi boca entre abierta se separa ligeramente de la suya y puedo sentir su cálido aliento contra mi piel. El vapor que escapa de nuestros labios se combina igual que nuestras pulsaciones. Estamos a la intemperie, frente al portón de entrada de la casa de Alexis, pero es casi como si estuviéramos solos. No hay un solo auto ni una sola persona en la calle a esta hora que pueda interrumpirnos.

—¿Qué pasa? —susurra aún demasiado cerca de mi boca.

—Nada... no quiero entrar.

—No entres —esquivo su mirada y Nik aleja ligeramente su rostro del mío—. Perdón, debería ayudarte, no sabotearte más. Eres una buena amiga, ella te necesita ahora —tiene razón—. Yo puedo esperar.

—Gracias —lo abrazo una vez más antes de tener que separarme definitivamente de él y siento como su celular vibra bajo su casaca. Me aparto para que pueda contestar, pero no lo hace—. ¿No vas a ver quién es?

—Debe ser Kara —suelta sin prestarle mayor interés.

—¿Kara? —una punzada de celos me ataca. ¿Por qué me siento tan insegura cuando se trata de ella?

—Me están esperando en el Lima Bar.

—Ah —es lo único que sale de mi boca.

—No pensaba ir, pero sé que no te puedes quedar, así que... —se encoje de hombros.

DesadaptadosWhere stories live. Discover now