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Antes de cruzar la puerta que nos separa a Nik y a mí del resto de la noche, ya ha llegado hasta mis oídos el bullicio propio de una masa de gente alborotada por el alcohol y las pocas responsabilidades. Yo no quería pertenecer a ese grupo, pero estaba cansada de que me miraran como a una extraña, como a un bicho raro y acomplejado. Quería que esta noche fuera diferente, quería lucir relajada y dejar mis preocupaciones de este lado de la casa.

—Otra vez aquí —pronuncio antes de cruzar la entrada.

—Pero esta vez te vas a divertir —promete Nik con una sonrisa pícara—. Yo me encargaré de eso —me río.

Alexis, como la nueva anfitriona de la fiesta, nos recibe desbordante de entusiasmo con dos vasos de bebida en la mano, como si nos hubiera sentido llegar minutos antes. Nik toma el suyo e inmediatamente da un sorbo para comenzar a aclimatarse.

—Vamos, Liv. Hoy tienes que soltarte el corset. ¡Relaja esa postura! —me samaquea por los hombros y se queda de pie frente a mí como si aguardara una respuesta de mi parte—. Vamos, quiero verte dar un trago.

Nik está unos cuantos pasos más atrás disfrutando ver como Alexis utiliza sus poderes de persuasión conmigo. Una sonrisa amenaza en sus labios, pero la oculta tras el vaso de plástico al momento de dar un nuevo sorbo. Yo le sostengo la mirada, como si se tratara de un desafío y hago lo mismo que el acaba de hacer. El grito estridente de mi mejor amiga se deja oír en toda la casa al tiempo que aplaude como si dar un trago de aquel líquido abrasador fuera más impresionante y meritorio que nuestro desenvolvimiento de esa misma noche en el escenario.

—¡Seco, seco, seco, seco! —se alzan las voces a coro del grupo de chicos que se ha ganado a pulso mi antipatía y a ellos se unen Kara y Sasha, cuyas miradas me indican que no me creen capaz de beberme todo el contenido de mi vaso de un sorbo. Alexis se carcajea orgullosa por lo que ha logrado y Nik se acerca a mí para decirme al oído que no tengo que hacerlo, pero lo sorprendo en el momento que volteo en vaso rojo y vierto todo el contenido al interior de mi garganta, dejando que el alcohol incendie todo a su paso.

Una mueca atraviesa mi rostro cuando he terminado de succionarlo todo y pronto empiezo a sentir la quemazón en mi estómago. Entonces recuerdo que no he comido nada en las últimas horas. Nik me sonríe orgulloso, como si acabara de realizar una proeza y pronto me hace olvidar el tema. Él también se termina su trago de un último sorbo.

—¿Vamos por otro? —le sonrío a modo de respuesta. Quería divertirme esta noche, mañana pensaría en las calorías si el dolor de cabeza me lo permitía.

Nik empieza a beber un vaso tras otro, pero no noto que el alcohol se le suba a la cabeza como al resto del grupo, excepto por el hecho de que por primera vez se muestra cariñoso conmigo en esta casa y delante de sus amigos. Incluso delante de Kara, lo cual me hace sentir aún más satisfecha que cuando conseguí hacer aquella triple pirueta que tanto se me dificultaba sin cancanear. Yo, por mi parte, empiezo a sentirme mareada tras el segundo vaso. No puedo girar la cabeza sin que todo lo demás a mí alrededor se mueva también, pero así como mi equilibrio, poco a poco desaparecen también mis trabas e inquietudes.

Alexis y Renny están en su propio mundo, mi amiga tampoco se mide al momento de beber y no parece necesitar más que de su novio y la bebida para pasar el mejor momento de su vida. Noto como Nik bromea con sus amigos, de quienes hace tan solo unos días no quería ni hablar. Está feliz, casi eufórico y por primera vez en mucho tiempo nada parece preocuparle, y a mí tampoco. El tema de su padre, del que no quiso volver a comentar conmigo, ya no está presente; ni el engaño de su madre o la decepción que le dio a su tío. Todo, por una efímera fracción de tiempo, parece olvidado, como si el alcohol fuera capaz de adormecer esas heridas, pero temo que cuando este abandone su cuerpo, vuelvan a arder con fuerza. Deshecho aquel pensamiento de mi mente, no tiene por qué ser así.

DesadaptadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora