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Antes de atrevernos a buscar la dirección, intentamos llamar a los teléfonos que indica la página web de la marca, pero como era de esperarse no brindan otra información que no esté vinculada al negocio. Podía percibir el miedo en los ojos de Nik, así que yo me ofrecí a hacer las llamadas, pero aún así parecía firme en su decisión de ir a aquel lugar y acabar con todo el misterio. Ubicamos la sucursal en Google Maps y salimos en busca de su moto para ponernos en marcha antes de que alguno de los dos se arrepintiera. Estaba nerviosa, casi como si se tratara de mi propio padre y podía sentir ese ardor vibrante en el estómago. Supongo que haber pasado por una experiencia similar hacía que no me fuera difícil ponerme en su posición y, por alguna razón, Nik me importaba demasiado como para no sentir miedo ante la angustiante posibilidad de que su padre pudiera ser aquel hombre frío que él describía. Y en ese caso ¿sería capaz de rechazarlo? No quiero ni siquiera imaginarlo.

Cuando llegamos no fue difícil ubicar el lugar, ya que el logo gigantesco de la empresa se hallaba en toda la parte superior de la fachada. Una especie de cascada seguida de un riachuelo artificial divide la escalinata de la entrada y enormes macetones de cemento que contienen pequeñas palmeras y piedras en lugar de tierra adornan los laterales.

—¿Esto es enserio? —suspira—. ¿Qué vamos a hacer? ¿Preguntar por unos zapatos de vestir para mi graduación?

—No creo que vendan zapatos acá. Deben estar las oficinas, así que posiblemente esté también la tu padre.

—Está bien, hagamos esto de una vez —Nik camina decidido hacia las puertas de vidrio de la entrada y yo intento seguirle el paso.

Al interior hay un mostrador tres veces más grande que el de mi escuela con una recepcionista bastante más joven y elegante.

—Buenas tardes, ¿En qué puedo ayudarlos?

—Buscamos a Gastón Gatti —me precipito.

—¿Quién lo busca?

—Somos...

—Somos del área de ventas de Tondero. Practicantes. Venimos a ofrecerle al Sr. Gatti la posibilidad de que su marca aparezca en la nueva película de 'Asu Mare'.

—Un momento, por favor.

La chica levanta el teléfono antes de presionar un botón e intercambiar algunas frases cortas con su interlocutor, que asumo se trata de la secretaria del padre de Nik. En lo que dura la breve conversación no puedo evitar reparar en su perfecto moño y pensar en lo que me diría Gerda si la viera. «Con ese moño parece que vas a limpiar tu casa no a recibir una clase de ballet».

—El Sr. Gatti no se encuentra en este momento, parece que está fuera por negocios. ¿Habían concertado alguna cita con él?

—No, es que fue todo tan... precipitado. ¿No tendrá algún número de contacto?

—No estoy autorizada a bridar ese tipo de información, pero podría derivarlos con algún otro directivo de la empresa en caso...

—No queremos hablar con nadie más. Solo necesitamos un número para poder contactarlo —interviene Nik y temo que esté comenzando a impacientarse.

—Lo siento, eso no va a ser posible.

El sonido del ascensor me obliga a desviar la mirada en su dirección y veo a un hombre pequeño en terno y maletín en mano salir de él y dirigirse a la puerta giratoria de la salida, así que decido que es momento de actuar rápido y no lo pienso dos veces antes de ir tras él.

—Hola, disculpa —lo alcanzo en la entrada del edificio.

—Hola, lo siento, no te vi.

—Está bien, no se preocupe. Supongo que usted trabaja acá. Verá, yo y mi amigo estamos buscando a Gastón Gatti, me imagino que lo conoce. Quería saber si por casualidad no tendrá como contactarlo. Es muy importante para él.

—¿Y quién es tu amigo?

—Su... su hijo, él está adentro tratando de conseguir su número a través de la recepcionista —a veces decir la verdad resulta más convincente.

—Que yo sepa el Sr. Gatti no tiene hijos.

—Sí tiene, uno. Y de verdad necesita ponerse en contacto con él.

—Lo siento, pero no creo que pueda ayudar a tu amigo. Será mejor que vuelvan en otro momento —suspiro exasperada.

—¿Acaso usted no tiene hijos? Mi amigo lleva quince años sin ver a su padre y necesita hablar con él —le suplico.

—No, no los tengo y de verdad espero que tu amigo logre resolver su situación familiar. Suerte —el hombre se aleja caminando.

Oigo sonar la puerta giratoria y me doy vuelta justo a tiempo para ver a Nik atravesarla.

—Es inútil Liv, vámonos de aquí.

—¿Qué te dijeron?

—Les conté toda mi maldita mierda para nada, parece que los tienen bien entrenados a todos. Pero al final de cuentas ¿quién necesita un padre?

—Hey, no puedes rendirte tan rápido. Podemos volver cuando él esté de regreso. Déjame hablar con la recepcionista para que ella nos avise cuando haya vuelto.

—Ya lo esperé lo suficiente, ¿No crees?

Estoy a punto de seguirlo cuando oigo la puerta nuevamente y veo aparecer a la recepcionista jadeante sobre sus tacones aguja.

—Disculpa, dejaste esto sobre el mostrador —me extiende unos folletos.

—Yo no... —empiezo a decir, pero me interrumpe.

—Tenemos descuentos de hasta el 20% todo el mes de agosto. Si vuelven por acá estoy segura que el Sr. Gatti estará encantado de recibirlos —dice antes de desaparecer por donde vino.

—¡Hey, Liv! —Nik me hace una señal con la cabeza para que me apresuré. Ya se encuentra montado en su moto y listo para partir.

—No sé para qué me dio esto —le digo extrañada cuando lo alcanzo en la parte inferior de las escaleras empedradas. Veo como algo se desliza de entre los trípticos que sostengo en una mano y flota en el aire hasta caer sobre el asfalto.

—Déjalo —me dice Nik impaciente por huir de aquel lugar.

—Espera —me agacho para recogerlo y quedo pasmada cuando me doy cuenta que se trata de una tarjeta personal con el nombre de Gastón Gatti impresa en ella. La recojo y se la muestro a Nik sin salir de mi asombro—. ¡Es la tarjeta de tu padre! —procuro no llamar la atención y él parece tan incrédulo como yo.

—Seguro jamás contesta.

—Nada pierdes con intentarlo —Nik me sostiene la mirada por un instante y no me es difícil percibir en ella todo el pánico que se esfuerza por disimular—. ¡Hey! Mírale el lado positivo. Si no contesta, al menos ahora sabes que no tienes antecedentes de calvicie en tu familia. Haz el intento —lo animo. Él me sonríe aún inseguro antes de decidirse a tomar su celular y marcar número por número como si el pulgar le pesara. Se acerca el auricular al oído y siento como mi corazón comienza a golpear con fuerza—. Está timbrando —susurra y de pronto alcanzo a oír una voz gruesa, que suena a través de la línea.

DesadaptadosWhere stories live. Discover now