El fin de la oscuridad

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Legolas se sentía exasperado y eso era un sentimiento al que se había acostumbrado últimamente, para su disgusto. No solo era una sensación muy incómoda, también comenzaba a darle dolor de cabeza.

En realidad - prosiguió para sus adentros, recostándose contra la pared fría a su espalda - era una sensación a la que se había acostumbrado hace un tiempo, extrañamente al mismo tiempo que conoció a Aragorn. De hecho, era una extraña coincidencia, y con gusto se lo indicaría al montaraz en cuestión, si tan solo pudiera.

Sin embargo, no podía porque Aragorn no quería hablar con él. No había hablado con él ni con su padre ni con sus hermanos, ni de lo que había pasado en Aberon ni de otra cosa. Habían pasado casi diez días desde que la lucha acabó y un poco más de nueve días desde que Aragorn fue encontrado, y todavía no hablaba de nada ni con nadie. La primera vez que se le permitió ver al montaraz, Aragorn había mirado hacia arriba, aparentemente para asegurarse de que estaba bien y que sus hermanos no habían estado mintiendo. Una vez satisfecho de que su amigo estaba vivo y (relativamente hablando) bien, había vuelto a caer en su estado pasivo y apático.

Una de las razones de esto era seguramente que el joven todavía estaba lejos de estar completamente sano. Mientras que él mismo y Lord Erestor se estaban curando de forma lenta pero segura (las habilidades curativas de los elfos eran algo maravilloso a veces), Aragorn no lo estaba haciendo tan bien. Lord Elrond le había dicho, después de muchos intentos inusuales de cambiar el tema, que el hombre habría sido capaz de hacer frente o solo a las heridas que había contraído o a la enfermedad que lo había atacado con tanta fuerza, pero que los dos combinados habían sido casi suficientes para enviar al joven montaraz a los Salones de Mandos y a la compañía de sus antepasados.

Legolas exhaló lentamente, escuchando el bajo murmullo de voces o más bien, de una sola voz, que se filtraba a través de la pesada puerta de roble a su derecha. Esta brillaba ligeramente, como si la hubieran pulido hace poco, y el elfo se preguntó casi con indiferencia si alguno de los sirvientes de Tibron había tenido tiempo para limpiar allí. Aberon estaba empezando a volver a la normalidad, con la mayoría de las represas reparadas y los escombros limpiados de las calles, pero aún quedaba mucho por hacer. No, era mucho más probable que el brillo fuera un truco de la luz; Tibron era un anfitrión generoso, pero seguramente tenía mejores cosas que hacer que ordenar que sus sirvientes pulieran puertas.

Habían pasado diez días y eso era muy difícil de creer. Diez días desde que había perdido el conocimiento en el patio de Donrag, con el rostro de Celylith desvaneciéndose en la nada antes de que la oscuridad lo rodeara por completo. No había sabido lo que sucedía a su alrededor durante los primeros cinco días, y era plenamente consciente del hecho de que le debía a Lord Elrond otra deuda que nunca podría pagar. Si no hubiera sido por el sanador semielfo, habría muerto en Donrag, de eso estaba muy seguro. Aunque sus amigos pensaban que se negaba a admitir lo cerca que había estado de la muerte, sí lo sabía muy bien. Incluso tenía un vago recuerdo de grandes puertas brumosas que aparecían ante él por sobre la oscuridad que lo había envuelto, aunque no sabía si había sido una visión o si realmente había escuchado la llamada de Námo.

Y en realidad, tampoco deseaba saberlo.

Su estado inconsciente también había sido algo bueno, al menos en parte; pero aun así, sabía cuán profundamente eso había afectado a los demás y especialmente a Celylith. Amaba a Celylith como hubiera amado a cualquier hermano suyo, y lo último que había querido era causar dolor a su amigo. Y sin embargo lo había hecho; aquello lo sabía sin que Celylith tuviera siquiera que decir una sola palabra al respecto. Su amigo había entrado en pánico, se había culpado a sí mismo y estuvo medio petrificado por el dolor, el miedo y el pavor. Le gustaría mucho desaparecer el daño que le había causado, y aun así sabía que probablemente no sería la última vez para ninguno de los dos.

Un mar de problemas (Libro 06)जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें