8 - primera parte

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8

Primera parte

—Pero, ¿cómo...? —murmuró, acercándose.

Mi mente comenzó a imaginar lo peor. Esperé gritos furiosos por haber violado su privacidad, esperé su completa indiferencia e incluso que me enviara de nuevo a la superficie, pero lo único que recibí fue la mirada de un Levi asombrado y estupefacto.

—Solo lo encontré —repetí, tan nerviosa que me temblaban un poco los dedos.

Él lo tomó y con cuidado extendió la tapa. Miró la primera hoja, ahí en donde decía: «Este libro pertenece a Levi H», y estudió cada letra como si no pudiera creer que el trazo fuera real.

—Estuviste en mi casa —dijo.

Su voz sonó neutral, casi ida. Reaccionaba, pero su reacción era confusa y no la entendía para nada.

—Estuve en muchos lugares —respondí con cierto nerviosismo, alternando mi mirada entre el diario y su rostro.

—Lo leíste todo —añadió aún sin verme.

—Sí. Antes de llegar aquí, yo ya te conocía.

Levi se mantuvo en silencio. Pasó una hoja y sus ojos se movieron en dirección a las líneas escritas. Sin dejar de mirarlo caminó hacia la camilla y se sentó en ella, inmerso en el texto.

Por mi parte seguía atenta a cada una de sus expresiones y reacciones.

—Escribí esto hace diez años, cuando tenía apenas dieciséis —declaró después de unos minutos de silencio—. Estaba muy confundido.

Pasó otra hoja, casi boquiabierto. Me hizo pensar que tal vez las emociones estarían mezclándose en su cabeza al reencontrarse consigo mismo. Habría dado cualquier cosa por saber qué pasaba por su mente en ese instante, o aún mejor, para que él mismo las dijera, pero al no obtener explicaciones solo podía intentar adivinar.

—Levi —susurré con impaciencia.

Él ni siquiera me observó y eso me puso inquieta. Pero la inquietud desapareció rápido porque ahí sí sucedió lo que me temía.

—Gracias por dármelo. —Levi cerró la tapa y se colocó de pie dando por finalizado el momento. Su expresión volvió a ser la misma de antes—. Entonces, ¿querrás dormir en una cabaña?

Al oír su respuesta pasé a estar confundida.

—¿Qué? —solté, ceñuda.

—Una cabaña, me la pediste —aclaró con simpleza.

—No, no, ¿qué pasa con el diario?

—¿Qué puedo decir? —inquirió como respuesta con un ligero encogimiento de hombros.

Resoplé sin entender lo que escuchaba. ¿Se estaban haciendo el desentendido? ¿Hacía como si nada acabara de pasar?

—Pues, no lo sé, ¿qué te parece si comienzas por aclarar lo que escribiste? —refuté, señalando el diario.

Levi hizo un gesto de desconcierto, como si ambos habláramos distintos idiomas.

—¿Por qué debería hacerlo, Drey?

Y... ¿Era en serio?

Claro que lo era, y por eso lo miré como si estuviera loco. En verdad no había considerado ese punto. ¿Por qué debía explicarme lo que había escrito de forma tan personal a sus dieciséis años?, ¿por qué debía rendirle cuentas a una completa extraña?

ASFIXIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora