EN ALGÚN LUGAR

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EN ALGÚN LUGAR


La tenue luz del bombillo que colgaba del techo era lo único que alumbraba la sobria habitación. El calor se concentraba en el recinto y los dos hombres que conversaban de forma confidencial tenían las manos húmedas y las frentes empapadas en sudor. En aquel lugar no había más que un escritorio repleto de papeles contra una esquina y una pared de la que colgaban algunos mapas.

—Entonces, señor, ¿todo salió como usted quiso? —inquirió el hombre al otro lado del escritorio, allí en donde se sentaba cualquier visitante.

—¿Tú qué crees? —preguntó el señor que, en ese momento, con mucha agilidad resolvía un desgastado cubo de Rubik. Había un toque de diversión bajo su profunda voz—. No pudo haber salido mejor.

—Eso me alivia, porque después de todo lo que tuvimos que hacer para preparar las pruebas, que algo resultara mal habría sido terrible.

—Necesito que estés tranquilo, aunque las cosas fallen —le exigió el señor—. Si quieres seguir siendo mi hombre de confianza, no puedes andar por ahí con los nervios a flor de piel. ¿Has escuchado este dicho? La paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces.

—No se preocupe, y sí, me lo sé de memoria —aseveró el hombre—. Pero dígame, ¿cree usted que lleguen a sospechar algo?

El señor se tomó un minuto para pensar y recargó el torso en el espaldar de la silla, aún sin apartar la mirada del cubo. Ese tipo de juegos lograban fascinarlo, así como cualquier cosa que representara un reto o un enigma. Todo misterio lograba atraerlo de una forma especial: el misterio de su pasado; el misterio de ASFIXIA y el misterio que él representaba para La RAI.

—La RAI no sospecharía nada —aclaró con una notable satisfacción—. Una prueba de ello es que no sabían que ya no estamos bajo tierra, pero eso ya lo sabrán. El polifacético comandante Levi Homs ignora mucho sobre nosotros.

—Señor, pero ahora que lo pienso, tengo entendido que el supersoldado no murió. Ese fue un fallo, ¿no? Usted sabe que los fallos...

—No lo fue —interrumpió—. Cambié de opinión respecto a eso, lo quise vivo para que le diera un mensaje importante al doctor Julian.

—¿Qué mensaje? —preguntó el hombre, frunciendo sus delgadas cejas.

—Que nadie puede ocultarnos ni el más mínimo detalle. Nadie puede mentirnos. No existe rincón del mundo en donde yo no vea lo que sucede. Julian lo entenderá. Todo acto tiene una consecuencia, a veces mala, a veces buena, pero consecuencia al fin y al cabo. ¿Ya lo ves? La traición se paga muy cara.

El hombre quiso ignorar aquellas palabras.

—Por cierto, señor, la carga de conejos murió mientras era transportada —informó.

El señor no se inmutó.

—Tenemos muchos más.

—Pero eso no significa que debemos desperdiciar, usted mismo lo ha dicho.

—Por ahora no me preocupo por una carga de conejos que podemos recuperar. Estoy planeando algo grande, algo importante, algo muy especial para La RAI, ya que después de todo no somos tan diferentes.

—¿Se puede saber qué es, señor?

—Te lo contaré luego, pero, ¿sabes qué? Me gusta darles buenas lecciones de vida a las personas que lo necesitan.

—De acuerdo, usted manda y yo obedezco —expresó—. Tengo algunas dudas, ¿podría aclarármelas?

—Por supuesto.

—¿No le molestó que Didi, Leiton y Sora hayan muerto? Además, se llevaron a la chica, Noa.

—Cuando algo estorba, lo mejor es que sea desechado —aclaró el señor, encogiéndose de hombros—. Tenemos a muchas personas, eso nunca lo dudes. En cuanto a esa muchacha... ella llevará un mensaje muy valioso.

—Ya veo. Una última pregunta, señor. ¿Desde un principio usted sabía sobre la chica inmune?

Se formó una sonrisa en el rostro del líder.

—Me tomó totalmente por sorpresa, debo admitirlo, pero no es un inconveniente para nosotros. Las cosas marchan tal y como lo deseo, de hecho, se han puesto muchísimo mejor.

—¿Y qué pasó con esa chica? Le dispararon dos veces.

El señor dejó a un lado el cubo de Rubik perfectamente armado. Le había tomado tres minutos resolverlo, aunque podía hacerlo más rápido.

—¿Drey? Ella está en coma.

ASFIXIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora