24

321K 36.8K 102K
                                    

Con cada escalón que bajamos el ambiente se volvió más denso. Al llegar al final de las escaleras, entramos en un túnel. Había una luz al fondo que nos permitía ver nuestros pasos, y a medida que nos acercamos se hizo más grande y resplandeciente. Continuamos sin detenernos, aunque el túnel parecía no tener fin. En cierto punto la intensa luz no nos permitió ver más allá.

—Esto me está dando mala espina —expresó Sora con notable preocupación—. Tenemos que buscar una manera de salir, no de seguir su juego.

—¿Ves una manera de salir? porque yo solo veo paredes —intervino Exen girando los ojos, a lo que Sora le observó con mala expresión.

—Para ser el supersoldado eres algo tonto, ¿no crees? —le dijo ella, pero él solo la miró con suspicacia.

Atravesamos el resplandor que nos cegó por unos segundos. Cuando nuestra visión se aclaró descubrimos que habíamos pasado del oscuro túnel a lo que parecía ser una pradera. Inmóviles y asombrados observamos el paisaje. Nuestros pies estaban rodeados por un ondeante pasto verde, e incluso arriba se vislumbraba un despejado cielo veraniego. El terreno era amplio y el pasto se extendía por todos lados. Era como si hubiésemos salido a un mundo completamente limpio y pacífico; como si ellos pudieran respirar en la superficie.

Ecain se inclinó y rozó las hojas son sus manos.

¿Eran reales? ¿Todo aquello era cierto?

—¿Qué lugar es este? —pregunté con asombro.

—Butterfly nos habló de esto hace un año en un entrenamiento especial —contestó Ecain, mirando todo con desconfianza—. Son realidades virtuales. Las usan para manipular mentes. Se ven reales, se sienten reales, pero no lo son. Son muy peligrosas porque lo único que es real es lo que les sucede a quienes están en ellas.

—Ah, ahora una realidad virtual. Gregori es bastante creativo, ¿no creen? —comentó Exen con fastidio—. Me pregunto, ¿qué es lo que no puede hacer El Imperio?

—Nos basta con saber que puede matarnos, así que hay que andar con cuidado —se apresuró a decir Sora.

Traté de dar un paso adelante porque la sensación de querer caminar sobre el pasto era incitadora, pero Exen me tomó del brazo y me detuvo.

—Deja que nosotros vayamos primero.

Con un movimiento de cabeza le indicó a Ecain que continuaran caminando. Después de adentrarnos un poco más en la pradera nos encontramos una estructura parecida a una casa de campo: sencilla, con grandes ventanas, flores en la entrada y un inmenso árbol en el patio trasero que se visualizaba desde nuestra posición.

—Esto se pone más extraño —habló Ecain.

—Y podría ponerse peligroso —añadió Sora de forma despectiva.

—Deberíamos andar más rápido y no detenernos a comentar sobre todo lo que vemos —propuso Exen—. Aunque ayudaría saber a dónde tenemos que ir con exactitud.

—Considerando que a lo lejos se ve «nada» y que lo único que hay alrededor es la casa que está allá —Sora señaló la sospechosa y hermosa estructura—. Debe ser allí, ¿no?

—Nos están guiando hacia sus trampas, y creo que aunque nos desviemos o escojamos otro sitio al que dirigirnos terminaremos en el lugar exacto en donde quieren atraparnos —comentó Exen con simpleza.

—Es como si nos impulsaran de un punto «A» hacia un punto «B» —opiné.

Exen asintió con la cabeza, afirmando.

—Entonces supongo que tenemos que entrar en la casa, porque no nos queda más remedio —expresó Ecain—. De todos modos, si ven alguna posible salida no duden en decirlo.

ASFIXIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora