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Después de atravesar la resplandeciente salida, lo primero que vi fueron las paredes del túnel. Al instante en que Ecain y Sora me soltaron, me giré con la pequeña esperanza de que Exen estuviera allí, pero la luz había desaparecido y un muro de concreto bloqueaba cualquier paso.

Nada más.

No sabía cómo digerirlo. Había fracasado. Me había arriesgado y de igual modo lo había perdido. El cuerpo de Exen se había quedado en aquel lugar, en el fondo del abismo. ¿Habría muerto al instante o habría sufrido?

Nos tomamos un momento para respirar. Mientras tanto, escudriñé los rostros de mis compañeros. Ellos estaban tranquilos, aunque en los ojos de Ecain se notaba un ligero pesar. ¿Cómo Sora no podía demostrar siquiera un poco de dolor por haber perdido a un miembro del equipo? El exceso de insensibilidad de su parte me causó cierto enojo, pero me sentía tan devastada que no dije nada.

—Tenemos que continuar —dijo Ecain.

Avanzamos hasta que llegamos a una gran puerta roja que, para poder abrir, tuvimos que empujar los tres. Ingresamos a un largo pasaje iluminado por grandes lámparas que colgaban del techo. En ese momento me atacó un fuerte dolor de cabeza que me hizo zumbar los oídos. Me sentí descompuesta. Quería dejarme caer y vomitar hasta que mi estómago no pudiera expulsar nada más, pero obligué a mi cuerpo mantenerse erguido.

Al atravesar la puerta final entramos en un extenso y ancho camino rectangular con techo plano y piso de tierra. Se prolongaba hacia el norte y lo flanqueaban protuberancias rocosas, como si lo único que se podía hacer era caminar y caminar hasta llegar al final.

Examinamos las cercanías, pero no hallamos nada fuera de lugar. En cuanto nos pusimos en marcha, un estruendoso bufido nos detuvo. Observamos la lejanía del camino que se extendía ante nosotros. No había nada, pero el resoplido se escuchó de nuevo. Antes de que pudiéramos preguntarnos de dónde provenía, alcanzamos a ver algo.

A toda velocidad se avecinaban dos resplandecientes círculos amarillos. Di un paso hacia adelante, confundida, pero cuando lo que fuera que fuese aquello se acercó más, pude detallarlo.

Era un animal, pero no uno normal. Parecía un gigantesco león, pero estaba cubierto con una armadura plateada de patas a cabeza y tenía un gran y afilado cuerno rodeado de púas extendiéndosele desde la frente. Además daba la impresión de estar de muy mal humor. Se detuvo a bastantes metros de distancia, pero nos veía. Expulsó humo blanco de las fosas nasales y rascó la tierra con su pata frontal derecha.

Le vi la intención de embestirnos.

Lo haría si no nos movíamos.

―¡Corran! ―grité, y sin saber si ellos me había obedecido, emprendí el escape por donde las protuberancias en las paredes servirían para ocultarme de momento.

El león se impulsó hacia nosotros, rugiendo con ira, con ganas de vernos estampados contra la pared. Para cuando giré la cabeza con intención de buscar a los demás, vi a Ecain corriendo por la esquina derecha y a Sora por el centro. Iba a matarla, fue lo que pensé, pero antes de que el animal estuviera a centímetros de ella, saltó con agilidad y esquivó la embestida del afilado cuerno.

Me detuve por un instante mirando a todos lados con desesperación. Maldije en voz alta. Además de las rocas, el espacio no nos favorecía. Estábamos entre un camino recto que no tenía vías a los lados.

El león, en un gesto extraño y desconcertante, mugió. Reafirmó mi idea de que no era una criatura normal. Con rapidez se dio vuelta sobre sus patas y se abalanzó contra Ecain quien se salvó después de lanzarse hacia adelante para caer en el suelo.

ASFIXIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora