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“Tengo en claro que tú libertad te pertenece y no seré dueno de ella cuando tú único sentimiento es odio”

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1980

Suspiro, y respiró, aspirando el oxígeno y aroma floral que desprendían las rosas del jardín que tenían, eso era lo único que sus padres aceptaban, que cuidara de las rosas o distintos tipos de flores, como si se estuviera cuidando ella misma en un mundo tan cruel y vil, tratando de sobrevivir a los demás.

Siempre había amado el aire libre. Adoraba la brisa que acariciaba sus pestañas, el fresco aroma de las flores recién regadas, como da día al amanecer. El canto de los pájaros en la mañana, perfecta para desconectarse del mundo que poco a poco la consumía.

Su vida pronto se vería consumida por un lugar al que no podría considerar su hogar. Odiaba estar atada a un chico, incluso mayor que ella. Eva solo tenía catorce años, no era justo para ella, quería vivir su vida, quería pintar millones de lienzos y que se exhibieran en una galería en Londres, ella soñaba con eso cada día de su vida, pero ahora parecía que se vería arruina por una estúpida alianza, cómo ella llamaba a su reciente compromiso.

Ver a Walburga Black, casi a diario era un martirio para ella que poco a poco la consumía también, el usar tacones y vestidos ajustados cada semana, la hacian darse cuenta del cansancio que portaba en su cuerpo, claro que nunca lo diría, era demasiado orgullosa como para darle a Walburga, el hecho de poder decir lo débil y frágil que era, no, claro que no le daría ese gusto.

Sus pies dolían como si estuviera en un infierno, caminando por miles de clavos, pinchando sus pies una y otra vez, era un dolor insoportable cada que caminaba, debía hacer un esfuerzo para no hacer una mueca frente a los Black, y su prometido, que cada cierto tiempo la visitaba, incluso se habían hecho costumbres, su padre lo amaba, ¿Y que decir de su madre? Estaba más que encantada con el.

Aunque parecía que en algo estaban de acuerdo Orion, Walburga y Eva. No querían que ese matrimonio sucediera.

Eva jamás admitiría que gracias a Regulus, sus padres dejaban de exigirle tanto, incluso podría decir que tenía por fin un descanso, pero su orgullo lo era todo para ella, como si fuera lo único que tuviera en el mundo. Sabía la clase de hombre que Regulus era, y en alguna parte de si misma la hacía sentir el bien en que al menos uno de los dos pudiera escapar de las garras de sus padres.

A veces sentía que esa persona en el espejo había perdido todo el color que la Eva de 10 años tuvo. Felicidad, inocencia, brillo propio, pero...después de que madre la vendiera al menos cinco veces a hombres que le hacian daño...su vida no era la misma, y nunca volvió a hacerlo, la pintura era su único mecanismo de salida, dónde podía expresarse y no podría ser juzgada.

Había pasado de una intensa alegría a una cansadora monotonía, una rutina que no se alejaba de ella. Estaba enfrascada en un bucle, levantarse sin ganas, desayunar, cumplir sus deberes como dama—al menos hasta que volviera a Hogwarts—almorzar o reunirse con la familia de su prometido, y eso incluia a la loca de su prima Bellatrix y a su loco tío Cygnus.

Escuchó pisadas detrás de ella y supo de inmediato que se trataba de Regulus, no por nada sabía el aroma que desprendía, era una colonia fuerte, pero que no te fastidiaba cuando la olías, si no más bien, deseabas olerla por horas, era un aroma maravilloso.

—Me odias. —Eva no respondió, solo miro al horizonte—Me odias. Eso es claro, te quite tu libertad y...mira, no quiero hacer esto más complicado. Eva...

—Eva, solo le permito a mis amigos llamarme de esa manera. —interrumpio la castaña al Ex-slytherin—Para usted aún soy Rousseau, que seamos comprometidos en una...unión tan grotesca, no significa que usted y yo seremos amigos. No cuando apenas lo conozco, y aún más, cuando su madre me odia, aunque podría decirse que es mutuo.

—¿Podría dejarme hablar sin interrumpirme?—Eva asíntio poniendo los ojos en blanco—Gracias. Mire... Señorita Rousseau, no soy quien para decirle que hacer y que no hacer, no soy su dueño y que nos casemos no implica que usted deba quedarse atada a mí, como si fuera de mi propiedad—Eva lo miro con una ceja alzada—Lo que quiero decir es que...si usted quiere salir con alguien más, está en todo su derecho, usted no siente nada por mi eso es claro, y...yo no la privare de su libertad como persona.

Eva lo miro en completo silencio. Aunque Regulus le prohibiera hacer algunas actividades a ella no le importaba, ella las haría de todas formas, pero que dijera aquello...muy en el fondo, le pareció respetable y...lindo, tal vez.

—Puedo decir lo mismo de usted. Si desea salir con alguien más, no veo porque yo deba imponerme y prohibirselo.

𝐋𝐈𝐓𝐓𝐋𝐄; Regulus BlackWhere stories live. Discover now