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“Desearía que aún estuvieras aquí...”

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1993

—Estos niños van a matarme....—murmuró Eva, caminando con Regulus a su lado, quien sostenía la mano de la pequeña Luna de 12 años, que apesar de que su semblante se notaba tranquilo, su mente era un lío de preocupaciones, ella sabía lo que sucedía con Rigel, sabía lo que le pasaba, y eso la atormentaba.

Apretó la mano de Regulus cuando se acercaron a la enfermería. El ojigris la miro de reojo, preocupado, acercándola más el, y dejando un beso en su cabello, cuando de inclinó un poco hacia abajo. Su corazón había comenzado a doler días atrás, no se lo había dicho Eva, pues sabía que esa opresión había iniciado desde la carta que habían recibido de Harry. Trago con fuerza, cuando estuvieron solo a unos cortos pasos de la enfermería.

¡Harry!

Tal y como la primera vez, tal y como primer año, se escucharon los tacones de Eva resonar por el pasillo. Desde adentro, ese niño en la camilla lucia nervioso, inclusive por la presencia de la profesora McGonagall ahí, ella lo sabía.

Eva entro por la puerta de enfermería casi corriendo.

—¡Harry...!—ella sintió su corazón bombear con fuerza, su voz disminuyó, y su respirar se detuvo por un momento. —Rigel...—murmuró acercándose al de ojos grises con rapidez. Luna soltó la mano de Regulus, dejándolo que corriera hasta ambos estuvieron a cada lado de Harry en la camilla. —Cariño...—Eva acarició su cabello, mirando por un breve momento a la profesora McGonagall ahí.

Hijo... ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes?—Regulus tomo el rostro de Rigel, examinandolo detenidamente, asegurándose que no estuviera herido.

—Estoy bien, no me duele nada. —respondió en voz baja el niño. La profesora McGonagall avanzo unos pasos hasta no quedar más espacio entre ella y la orilla de la camilla.—No tenían porque venir, esto es culpa mía...—susurró aquello último.

—Rigel...—susurró McGonagall.

—¿Que...? ¿Que es lo que sucede?—Regulus pregunto al ver la mirada de su antigua profesora. Eva seguía mirando a Rigel, acariciando su rostro, con una pequeña sonrisa, pero rompiéndose por dentro.

¿Acaso era una mala madre?

Regulus miró con una sonrisa a Rigel, antes de alejarse unos metros de ellos junto a McGonagall, que lo miraba apenada.

Te amo mamá...—Rigel movió los labios, sin que algún ruido saliera de su boca, los ojos de Eva se cristalizaron, apretando los labios con fuerza, asintiendo con la cabeza varias veces, intentando no soltar las lágrimas.

𝐋𝐈𝐓𝐓𝐋𝐄; Regulus BlackWhere stories live. Discover now