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MARATÓN 1/3
"El amor le llega a cada uno de forma diferente porque cada persona lo vive y lo siente a su manera"
—¿Y esa carita a que se debe?—preguntó Emiliano un poco confundido viendo a Rocio que estaba sentada en la silla con una expresión triste y jugando con el tenedor sobre la mesa. Le daba vueltas continuamente como si fuera algo entretenido—¿No vas a ir a la pileta?
Rocío suspiró pesadamente y fijó su vista en Emiliano, apoyó el codo sobre la mesa y por consiguiente el rostro en su puño.
—Creo que por hoy paso. Capaz mañana me animo—murmuró mirándolo—¿Mamá está ahí? Hace rato no se la ve.
—Está pintando en la mesa de afuera con Ava y Juliana. Es una nena más.
—Si se trata pintar ella siempre está presente—elevó los hombros—Y de Alma mejor ni pregunto. Hasta acá se escuchan los gritos de Santi y ella.
—Hace lo mismo hace diez minutos. Se sube al borde de la piscina para tirarse o hace carreras. Si se rompe la cabeza no sé a quién va a culpar—negó bromeando y Rocio sonrió un poco dando su minimo esfuerzo.
—Ella es así de traviesa todo el tiempo y te juro que en casa es mucho peor. Pero déjala que se rompa la cabeza contra el borde, total desangrada y todo ella va a ser feliz igual.
—A vos no te noto muy feliz que digamos—comentó con cautela. Agarró una silla y se sentó frente a ella del otro lado de la mesa—¿Estás bien Ro?
—¿Es muy notable que estoy con la peor de las ondas?
—Bueno...un poco.
Rocío apretó los labios suavemente y bajó un poco la vista. Se sentía un tanto fatal por tener una actitud tan distante en vez de estar contenta y aprovechar.
Apenas llevaban un día en mar del plata y las cosas marchaban de maravilla. Todos se estaban divirtiendo desde que inició la mañaba, pero ella era la excepción. Si su amiga no hubiera arruinado todo con los mensajes que le envió probablemente todo podría haber sido distinto.
"Olvídate de esa pelotuda por estos días. Yo desde un principio te dije que no me daba buenas vibras. Pero si se aparece en casa el próximo mes la cago a trompadas" Advirtió Pilar el día anterior mientras viajaban, después de que Rocio le contara lo que que pasó.
—Perdón por tener este malhumor de mierda en tu casa, Emi. Soy una pelotuda—se disculpó la castaña un poco avergonzada y volvió a mirarlo—No es que esto no me guste y tampoco me siento incomoda. Está todo genial. Solo que los problemas personales me tienen re podrida.
