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—¿Vos decis que es un regalo medio choto?—interrogó Emiliano mientras observaba como la pequeña pelirroja disfrutaba de las gomitas de menta que él le había dado minutos antes.
"—¿Te puedo pedir un consejo?" "—¿Y yo que gano a cambio de ayudarte?
Tener una conversación con ella no es gratis. Siempre tiene que recibir algo a cambio.
—Hay cosas muuuucho mejores que un ramo de flores. Ya pasó de moda, actualizate nene—respondió Alma, quien jugaba a la consejera experta con su futuro padrastro.
—Si, hay mejores. Pero es difícil elegir algo distinto.
—¿Te digo una de mis ideas?
—Cualquiera es bienvenida.
—Un beso apasionado siempre es un buen regalo.
—Dijiste que tenés diez, ¿verdad?
—Sip—asintió—Y en mayo cumplo once—respondió amablemente y sonrió feliz.
—Si claro, once segundos para los treinta—dijo entre risas—Tenés cada idea Almita.
–Vos me decis Almita y yo te digo cocochito. ¡El dúo perfecto!
—Ya estamos a mano—rió—Aunque hay que rogarte para pedirte algo.
—Me pediste ideas. No me resistí y acepté porque se trata de ayudarte a darle un regalo a mi mamá. Y te aseguro que es una mujer bastante complicada.
Emiliano no tenía idea de porque le estaba pidiendo consejos a una pendeja veinte años menor que él siendo que debería de ser el experto en el tema. Sin embargo, se dió cuenta de que Alma es mucho más inteligente de lo que aparenta y podia ser de mucha ayuda.
Con cerrarle el orto una vez fue suficiente para demostrar que está completamente loca. Ya iban cuatro días desde que llegaron a Mar del Plata y no fue muy dificil darse cuenta que a Alma le gusta el parloteo.
"Literalmente esas pelotas fueron como tus oportunidades con mi mamá. Las perdiste todas"
Primero, Alma se fue al carajo.
Segundo, Francia.
Y tercero, al parecer ella se lo intentó explicar en el único idioma que el dibu entiende para hacerlo entrar en razón con que tenía que ponerse las pilas con su mamá de una vez por todas.
