05| Recuerdos dolorosos.

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05| Recuerdos dolorosos.

Heather.


Al terminar las clases, Neal me dijo que podía ir a su casa a pasar la tarde allí. Sabía lo que quería y sinceramente no me apetecía. Pero como él no se tomaba muy bien y no tenía respuesta tuve que mentir diciendo que ya había quedado con mi hermano mayor.

Cogí el autobús todas las tardes y fui a mi casa.

Paré en la última parada y fue cuando me tocó andar. Mi casa estaba en una zona de personas en las que el dinero no era un problema. Me había criado en una familia humilde, una que tenía hasta una sauna en un baño.

Tiene su lado bueno, como no. Pero también hay su parte negativa en provenir de una familia así. Y es que siempre quieren que sus hijos sigan su legado. Que, todo el dinero que han ganado, no se desperdicie. Quieren poder.

Y ni mi hermano ni yo queríamos eso.

Entré en mi urbanización y fui directamente a la entrada de mi casa. Abrí la puerta con la llave escondida en el felpudo de esta y al entrar, como todos los días, no vi a mis padres.

Fui directamente a mi cuarto dejando la mochila encima de mi silla. Me puse los auriculares y me tumbé en mi cama. Revisé mi móvil encontrándome un mensaje de mi hermano pidiéndome que le llamase cuando tuviese tiempo. Supe que ese era el mejor momento, así que marqué su número y hasta el tercer pitido no me lo cogió.

—Hermanita, ¿cómo estás? ¿Qué tal el día?

Me tumbé de lado mirando a la ventana.

—Bastante largo la verdad—pensé en todo lo que había pasado y con tan solo hacerlo, se me revolvieron las tripas. —Ha sido un día duro.

—¿Y eso? —me quedé en silencio—. ¿Otra vez os habéis peleado de Neal y tú? —me volví a quedar en silencio—. Heather, eso no es amor. Y lo sabes. Vuestra relación es solo dañina.

—Las parejas discuten a veces—le defendí.

—Si, pero no a vuestro nivel. Ian y yo discutimos por quien limpia y quien no. Él te recrimina todo el rato que te juntes con algún chico. ¿O me equivoco?

—Si pero sabes como es —Hice circulitos en mi almohada—. Es un poco celoso y ya está.

Escuché como suspiraba.

—No quiero volver a tener la charla contigo de que es estar celoso y lo que es ser pirado.

—James—le advertí—. No me apetece discutir ahora mismo. Cambiemos de tema.

—Está bien—pude imaginarme como se pasaba la mano por la cara, desesperado.

— ¿Qué me tenías que decir?

—Ah si…—ahora se le notaba nervioso—. Verás Ian y yo nos vamos a casar.

—¡QUÉ! —me levanté de la cama, exaltada. —Dios eso es increíble. ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo fue?

Escuché su risa.

—Me alegra que te guste la noticia. Queremos hacerlo en verano. En la playa quizá. Aún no lo sabemos. —me lo empecé a imaginar. Iba a ser muy bonita, de eso estaba seguro.

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