11| La faldita.

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11|La faldita.

Heather.

Los días pasaron y en cuanto nos quisimos dar cuenta el finde semana llegó. Había sido una semana intensa, sobre todo con altibajos.

Coloqué mis cuadernos apilados en una montaña encima del escrito. En un abrir y cerrar de ojos Aksel llegaría para hacer el trabajo de economía y por lo menos tenía que tener la habitación decente.

Me apresuré a meter toda la ropa en el armario. Tiré todos los clinex que había usado en la papelera y para terminar, me arreglé un poco. Aunque estuviera en mi casa no iba a dejar que me viese con pintas de una muerta. Así que me cambié, me hice una coleta y cogí un poco de comida por si acaso después nos entraba hambre.

Justo cuando acabé, mi móvil sonó que tenía mensaje suyo.

Aksel: ya estoy en la puerta.

Fui directa a la entrada de mi casa. Le había pedido que no llamase al timbre ya que sino Mary, la criada, la hubiese abierto. La cosa era que se lo hubiese dicho a mis padres y a ellos no les hubiera hecho mucha gracia.

Abrí la puerta y ahí lo vi. Llevaba puesto unos vaqueros negros un poco caídos y una camiseta gris.

—No sabía que eras rica, Chase.

—Mis padres lo son.—me removí en mi sitio, incómoda—¿Pasas?

Le dejé espacio y acto seguido puso un pie en la entrada. Miró el entorno como si fuese un museo. Fijó su vista en el cuadro de la entrada. Estábamos mis padres, mi hermano y yo pintados en pintura. En esa foto tenía unos siete años y mi hermano once. Llevaba dos trenzas haciendo que pareciese aún más niña de lo que era por aquel entonces.

—Eras muy mona.

Le miré buscando algún signo de burla en su rostro, pero no.

—Gracias—me mordí el labio inferior. Justo vi en ese momento a Mary caminado hacia nosotros cabizbaja mirando el móvil—. Mierda.

Cogí del brazo a Aksel y le subí rápidamente por las escaleras antes de que nos viera. Tiré de él hasta llegar a mi cuarto y le metí dentro cerrando la puerta tras mí.

Vi como fruncía el ceño.

—¿Y esa escenita?

—A mis padres no les gustan las visitas — dije—. Y menos de desconocidos.

—Osea que lo de tener padres ricos no es tan guay como parece—dijo con un tono sarcástico. Se giró mirando el cuarto.

—No lo es, no—admití. Me senté en la cama y apoyé la cabeza en la pared.

Aksel, al verme, se sentó en la silla del escritorio.

—¿Son muy estrictos?

Me estaba dando carta blanca para desahogarme con él. Me sorprendí al instante. Nunca lo había hecho. Jamás había había hablado de eso con nadie. Lo intenté con Neal pero me dijo que era una exagerada.

Aún así, respondí.

—Bastante.—metí las manos en los bolsillos de mi chaqueta— Por su culpa mi hermano James se fue de casa.

—¿Puedo preguntar qué pasó?

Asentí.

—No es ningún tema tabú— me encogí de hombros.— Mis padres son un poco...anticuados. No aceptan que a su primogénito le gusten los chicos.

—Joder, menuda mierda para tu hermano—se quedó sorprendido.

—Lo es—afirmé—. Bueno, ¿empezamos con el trabajo?

Las siguientes dos horas estuvimos investigando y cogiendo notas sobre todo lo que nos podía venir bien. Por unos instantes pensé que me tocaría a mí hacer todo el trabajo sola, pero no fue así. Aksel ya había echo parte de los deberes en su casa por lo que no tuvimos que trabajar tanto como me esperaba.

Hicimos un descanso para merendar. Bajé a la cocina e invertí en un bol unas cuantas palomitas recién salidas del microondas.

Volví a subir al cuarto. Al abrir la puerta lo ví mirando un monte de ropa que no había antes de marcharme.

—Lo ha dejado una mujer—aclaró.

—Ahora la coloco.

Dejé el bol encima del escritorio y comencé a guardar toda la ropa. Me paré en cuanto vi la falda con la que había ido el primer día de la semana y la cual Neal me había pedido que me cambiase.

Era muy bonita, había invertido muy bien en las compras que había hecho con Fleur.

—¿Qué te pasa?—preguntó.

—No es nada—tragué saliva—. Solo que me han venido recuerdos.

—Es muy bonita la falda. Seguro que estarías muy sexy con ella— bromeó.

Le lancé una almohada y eso hizo que se riese.

—Muy gracioso Aksel.

—Lo sé Chase—me guiñó un ojo.

Su móvil vibró un par de veces y el fue a mirar quién era. Elevó las cejas al mirar su pantalla y su mirado pasó de su móvil a mi haciendo que me encogiese un poco de lo intensa que era su mirada.

—Ya tenemos planes para esta noche.

—¿Que?—fruncí el ceño.

—Malcom me ha escrito— se puso de pie—. Uno del equipo celebra una fiesta en su casa.

—¿Quieres ir a la fiesta?—fruncí el ceño.

—No—se encogió de hombros —. Vamos a ir, por ti.

—¿Por mi?

—Joder Chase, llevas días encerrada en tu habitación por culpa del imbécil de tu ex. ¿Vas a seguir evitándole hasta que se acabe el curso?

Esa era la idea.

Tragué saliva porque sabía que tenía razón.

—No me lo quiero cruzar—confesé.

—Tarde o temprano no tendrás que hacer—suavizó el tono de su voz—. Tienes que hacerle ver a él y a todo el mundo que no te dejas pisortar por cualquiera. La gente le dará la misma importancia al problema que tú.

Tenía razón, pero que la tuviera no hacía que el pánico que sentía en ese instante desapareciese.

—¿A qué hora es la fiesta?

Una sonrisa surcó su rostro. Nunca me había sonreído así. Como si estuviera orgulloso de mi decisión.

—A las ocho. Ponte la falda de antes, si quieres. Tengo la impresión que tiene una historia por detrás con Parker.

—¿Cómo lo sabes?—pregunté sorprendida.

—Fui su mejor amigo durante toda su mísera vida— sonrió—. Le conozco mejor yo que sus propios padres.

Me acababa de dejar sin palabras. Esa parte de la historia no sabía de su existencia.

Sin embargo, en vez de hacer preguntas le hice caso. Me puse la falda y en cuanto terminé de retocarme un poco, salimos de casa, sabiendo que esa fiesta no haría más que causarnos problemas.


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