10| De vuelta a Instagram.

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10| De vuelta a Instagram.

Aksel.

—¡Date prisa Malcom!

Apagué el cigarrillo sobre la ventana del cuarto del baño en cuanto sonó la cisterna indicando que ya había terminado.

—Has plantado un buen pino, ¿eh?—bromeé.

—Los purés del comedor—rodó los ojos—. Mi abuelo cocina mejor que las cocineras y eso que no ha entrado en la cocina en su vida.

—Tío creo que la comida de aquí no se puede considerar comida.

Negó con la cabeza mientras se lavaba las manos. Mientras salimos del baño, vemos a un par de alumnos decorar los pasillos con banderas o posters del próximo partido de rugby que el instituto tendría.

—¿En tres semanas?

—El equipo ha tenido bajas significativas hace unas semanas — comenzó a decir—. Hubo una fiesta y se montó un lío...acabaron cinco personas del equipo en una ambulancia con algún hueso roto. 

—¿Y por eso han cancelado tantos partidos? —asintió—. Cuando yo jugaba había uno todas las semanas.

—¿Por qué no intentas volver a entrar?

Enrrecerré los ojos.

—Otro como Chase—mascullé—. ¿No recordáis que el capital del equipo es Neal Parker?

—¿Pero quién decide quién entra y quién no al equipo?

El entrenador.

—Seguro que Neal ya se ha adelantado. Con el dinero que le sobra a sus padres le habrán pagado al entrenador para no aceptarme—mascullé.

—El entrenador Davies no se deja sobornar. Lo conoces demasiado bien. Te trataría como a cualquier otro alumno, te dejaría hacer las pruebas y dependiendo de ello entrarías o no.

En eso tenía razón. En entrenador Davies nunca se ha dejado intimidad por nadie. Siempre mantiene la compostura cuando perdíamos y no perdía los papeles como otros entrenadores. Siempre que necesitábamos algo podíamos acudir a él. Era como un segundo padre para el equipo. ¿Pero que pensará él de mi?

—Quizá me lo piense— me encogí de hombros.

—Si lo intentas, te juro que lo intentaré contigo—dijo.

—¿Quieres entrar al equipo?— elevé una ceja.

—Me gusta el rugby—se encogió, incómodo.

Sonreí con picardía.

—Trato hecho.

(...)

Al terminar del colegio me fui directamente hacia el gimnasio. Mi zona de confort. Era el único sitio en donde no me miraban mal por ser quién era. Allí a nadie le importabas. Iban desde adolescentes hasta adultos que rozaban los cincuenta. Un centro libre en donde no había prejuicios, donde nadie te preguntaba nada.

Supongo que eso era lo que me gustaba.

Salí del gimnasio casi a las diez de la noche. No tenía ningún mensaje de mi padre así que supuse que había salido.

Me puse los cascos y fui dirección a mi casa. La noche ya había caído y la única luz que había por la calle era el de las farolas.

Al llegar abrí la puerta de mi casa y dejé las llaves encima de la mesa. Fui directo al baño y me pegué una ducha. Dejé que el agua cayese por mi cara. Mis músculos se tensaron en cuanto la temperatura del agua varió.

Somos Fugaces © ✔️Where stories live. Discover now