11. Verdades.

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Ivette Lambert.

Seguía observando como sus ojos miraban a cualquier parte, menos a mi. Sus manos jugaban entre ellas, su pie se movía constantemente, sin agregar que había veces que se arreglaba el cabello, podría decirse que era un tic nervioso. Por un momento desee burlarme por su nerviosismo, ¿de que sentía nervios específicamente? Era tan inocente que a veces daba pena.

— ¿Ya te sientes cómoda para hablar o seguirás mirando los miles de pájaros inexistentes?

Ella se dignó en mirarme, y no oculté mi leve sonrisa cuando rodó los ojos.

— ¿Por qué hablaste sobre un campamento con la directora? — soltó.

Desvié la mirada e inhale profundamente ¿Que estará planeando, ahora?

— Es un campamento nada más, ¿en que momento habló contigo?

No era necesario nombrar a la cierta persona, era obvio de quien hablaba.

— Antes de encontrarnos. Yo no planeo ir a ningún campamento— por primera vez, su mirada se volvió sería y desafiante, como si nada de lo que le dijera la haría cambiar de opinión—. Si es para ayudarme, ni te lo pienses, Thomas me dijo que lo estaba haciendo bien.

Y de nuevo el Thomas.

— Que el te diga eso no significa que sea verdad, capaz solo quiere liarse contigo— sus mejillas pasaron a ser levemente rosadas, puse los ojos en blanco—.  Además, quiero pedir disculpas por como te traté , no debía, solo que está prohibido el acceso a varones a los pasillos y como nieta de la directora no estaría bien que dejara pasar eso.

Ella asintió y torció la boca.

— Está bien, tienes razón. Solo no me gustó tu actitud — asentí como respuesta, después de unos segundos de silencio puro, decidí retomar la conversación.

— ¿Era solo por eso que querías únicamente encontrarme?

Ella negó. Todo estaba saliendo bien, así que decidí avanzar un poco más en la conversación.

—¿Ya me extrañabas?— su mirada chocó inmediatamente con la mía, provocando nuevamente una especie de corriente por mi columna vertebral.

— No era eso, la otra cosa era que no quería besos.

— No los habrá — le aseguré.

Sonrió y se acostó encima de la grama, seguía teniendo su aparato raro en las manos, quise saber que era, parecía un reproductor de música.

— ¿Que es eso que llevas en las manos?

— Es un MP3.

— ¿Eso sigue usándose? — me acosté a su lado. Pensaba que esas cosas ya no se utilizaban.

—Es un objeto de valor sentimental, era de mi papá— asentí, la curiosidad por saber más de ella me carcomía, no sabia exactamente por qué, nunca me metía en las cosas personales de nadie—. Así sea viejo y a las personas les parezca grotesco, para mí es lo más valioso.

Una sonrisa se formó en mi rostro, Margot no era como otra chica, todas eran superficiales, si no hablaban de maquillaje, hablaban de chicos o hablaban de sexo, o bueno, tal vez era mi grupo.

Giré mi rostro para mirar su perfil, tenía unos lunares en toda su mandíbula, sus labios estaban entreabiertos y sus ojos cerrados, respirando tranquilamente. Quité la mirada inmediatamente al percatarme que la estaba viendo por largos segundos.

— ¿Y dónde está? — maldije por dentro, a veces no tenia control de mis palabras.

— Murió— la miré, sonreía sin ganas—. Mis padres murieron hace un tiempo, no te preocupes.

Flower ArtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora