25. Nuevas Salidas.

725 69 13
                                    

Margot Rousseau.

— ¿Estas segura?— el pelinegro parecía preocupado.

— Si. Marcos ya viene en camino así que no te preocupes— contesté.

Por un momento deseé que el que Thomas fuera de mi parte y avisará que necesitaba a Nicholas, Ivette vendría a la par de el, pero al parecer eso no había sucedido.

— Sabes que tengo la orden...

— Lo sé — interrumpí—. Pero me iré con mis amigos. Necesito irme Nicholas.

Él me miró por unos segundos con simpatía, no dudaba que supiera lo que había pasado algunos minutos atrás. Tal vez mi apariencia era tranquila y serena pero la verdad me estaba muriendo de los nervios y el beso, aquel beso...no salía de mi cabeza.

— Está bien, que no te parezca extraño si llego a llamarte.

— ¿Tu sabes sobre el celular?

— No lo sabía hasta hace unos días, le pediré a Ivette tu número o mejor aún, que ella te llame.

El ruido de un motor se aproximaba, voltee viendo a Marcos por la ventana.

— Yo le dejaré un mensaje, no te preocupes— dije a la vez que Marcos me abría la puerta. Me despedí y junto a mi se sentaron Thomas y Rebeka.

— Señorita Margot ¿donde necesita ir, ahora?

— Pues...— miré a Thomas, él me miraba con el ceño fruncido, negué con la cabeza y volví a fijar mi vista en el chófer—. Volvamos al internado pero, ¿podrías esperar por Thomas? lo dejaras en dónde te diga.

— Como diga, señorita.

Le sonreí con agradecimiento, giré mi cabeza y vi como Rebeka me observaba con una ceja arqueada y el castaño en cambio me sonreía con picardía.

Decidí no decir ninguna palabra hasta llegar al internado. Mi mente estaba hecha un caos, ¿cómo estará Ivette? ¿Se sentirá de la misma manera que yo? Inconscientemente volví a tocar mis labios.

— Vuélveme loca, vuélveme una desquiciada, vuélveme lo que tú desees pero solo te pido algo.

— Permíteme, déjame besarte...no creo aguantar la maldita tentación.

Sentí mis mejillas volver arder al recordar lo que ella había dicho segundos antes de besarme.

Besarla era como estar en el cielo, poder tocar con la punta de tus dedos las suaves nubes, estar espléndida por la maravilla de su ser. Pero por otro lado, también era cometer el más dulce pecado, era sentir el calor que brota el fuego ardiente del infierno, besarla era la más dulce tortura.

Estaba segura de que eso capaz nunca volvería a pasar, y no quería, de verdad deseaba no poder olvidar su sabor, quería mantenerlo entre mis labios por el tiempo que bastara.

— Llegamos— informó Marcos mientras estacionaba el auto frente a las grandes puertas. Bajamos en fila india y dejamos al hombre solo, prometiendo que no tardaríamos.

Nos dirigimos a una de los jardines centrales del lugar que estaba bien alumbrado, debajo del farol había una silla de madera, allí me senté junto con los demás.

— ¿Por dónde empiezo?—murmuré.

— Bueno, podemos empezar por la parte donde casi en toda la noche te la has pasado mirando al mismo lugar donde se encontraba una rubia— mencionó Rebeka encogiéndose de hombros.

— O podemos comenzar por dónde nos encontramos, estabas tan nerviosa y cuando sugerí un beso tu reacción fue como si te hubieran agarrado con las manos en la masa— declaró Thomas, sonriéndome altanero.

Flower ArtWhere stories live. Discover now