32. Noche Estrellada.

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La silueta entraba por la sala para tomar asiento en la mesa junto a su abuelo quien comía lentamente con los demás.

— Bajaste tarde— dijo su mamá.

Había pasado una semana desde que Ivette se había enterado de los lazos que compartían Ava y Danna pero hasta ahora no había dicho nada además de que Nicholas no la ha llamado para proporcionarle más información.

Una semana donde cada segundo que podía disfrutaba de la compañía de su chica. Margot había empezado a pintar pero siempre que se interesaba en ver, ella se lo impedía.

— Pero estoy aquí— comenzó a comer.

— Mi niña, ¿después de clases podremos hablar?— su abuelo le pregunto al oído. Ella asintió de acuerdo.

— Falta poco para que te gradues, que emoción — su padre sonrió orgulloso.

— Julián ¿podrias pasarme la pimienta?— pidió su abuelo.

— La pimienta está más cerca de mamá ¿Por qué no se lo pides a ella?

Ivette arqueó una ceja cuando el silencio se instaló en la mesa.

— Veo que nada ha cambiado— posó sus codos encima de la mesa ganándose una mirada mordaz de su abuela—. Díganme ¿solo entre ustedes los adultos se mienten y se guardan cosas? ¿O también me ocultan cosas a mi?

— ¿De que hablas, florecita?— Julián posó su mano encima del antebrazo de Ivette.

— Papá, hablo de que, creo que solo tu y yo somos los ignorantes en esta mesa, que lamentable.

— Ivette— el tono de Samantha era firme—. Basta.

— ¿Basta? O dime tú, abuela...

— Ya es suficiente— Ava la observó inquisitiva.

— Eso mismo digo yo, es suficiente — y repentinamente se levantó y salió de la mesa, dejando el plato intacto.

Todos se miraron entre sí, Julián miraba con el ceño fruncido a su esposa, en cambio Ava solo tensaba la mandíbula. La silla fue arrastrada para que Felipe se levantara y se marchara detrás de su nieta.

La encontró afuera en el jardín golpeando piedras imaginables con sus pies ya que al parecer no tomaban su llamada.

— Ivette— la nombrada se giró, sus facciones eran tensas. Estaba bastante molesta—. Vamos, yo te llevo.

La rubia suspiró y después de unos segundos asintió.

En camino hacia la academia el mayor miraba por el rabillo del ojo a Ivette quien se mantenía en una postura firme. Él sabía lo que pasaba, de por si era una Harper, tenía la perspicacia de su abuelo y el temperamento de su abuela.

En cuanto llegaron al lugar Ivette tenía planeado bajarse sin dar vuelta atrás pero su plan falló cuando su abuelo le pidió hablar antes de que se fuera.

— ¿Que te tiene así?

— No se de que hablas, abuelo— el empresario asintió sin mirarla.

— Entonces ¿a qué vino lo que dijiste en la mesa?

— ¿No es verdad?— giró su cabeza mirando a su abuelo incrédula—. Si nadie me respondió ¿Tu lo harás?

— Ivette, sé más clara.

— ¿Por qué mi abuela quiere desquitarse con Margot por errores de su abuela?

El cuerpo entero de Felipe se tensó, su corazón empezó a palpitar con rapidez y observó a su nieta atónito, con sorpresa.

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