17. Vieja estrella.

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— ¿Puedo preguntar?— negó con la cabeza mientras seguía leyendo—. Pero, tengo muchas preguntas.

— Quedatelas.

— Vamos, cuéntame — insistió.

La rubia alejó sus ojos de aquellas letras para desviarla hacia su amiga quien estaba sentada en su cama mirándola de manera acusatoria.

— ¿No sabes lo que es privacidad?— regresó la mirada hacia el libro—. Mejor, cuéntame cómo te fue con tus padres.

— Ivette, me fui solo por unas horas, te recuerdo que ese plan fue de última hora, porque mi mejor amiga quería tener su habitación sola para ver una película con una chica linda— sonrió cuando vio a Ivette rodar los ojos pero reteniendo a la vez una sonrisa—. Por lo tanto, no es tan interesante como tu noche con la chica de ojos azules.

— No empieces con tus cosas raras— dejó el libro a un lado, se levantó y avanzó hasta el closet.

— Sabes lo que pienso, yo lo vi, con estos preciosos ojos. Como la mirabas, como ella se tranquilizó solo con tenerte a su lado, como te preocupaste por ella. Ni siquiera por mi te preocupas así — su amiga volteó a mirarla de manera despectiva—. Vale, por mi si. Pero, toda la situación era diferente, ¡Desayunaste junto a ella! ¡En tu cama!

— ¿Y eso que?— se encogió de hombros, sacando una bolsa de regalo, Lucia miró el regalo y la miró a ella luego.

— Que hasta tu mamá te tiene que rogar para que comas junto a ella, además de que siempre dices, "para algo está el comedor", "la cama no es para estar comiendo" cada vez que me ves comiendo en ella. Y yo por el cambio tengo que rogarte para que comamos juntas.

— Comemos juntas— replicó.

— Pero no en la habitación y menos a la vez, cuando tú comienzas a comer yo ya terminé.

— Eres rápida— la pelinegra bufó y se cubrió el rostro con sus manos, de verdad la paciencia que tenía que tenerle a su amiga era extraordinaria.

— ¿Por lo menos me dirás que es eso que llevas en la mano?— preguntó al ver la nota que pegaba en lo que era al parecer un regalo.

— Toma— se lo extendió—. Ve a la habitación de Margot y entregaselo.

La pelinegra la miró sorprendida, su mejor amiga se estaba enloqueciendo.

— ¿Desde cuándo das regalos así por así?

— Solo llevaselo— rogó. Lucia tomó el regalo y detalló la forma, aún no adivinaba que era.

— ¿Después responderás lo que sea que pregunte?— la rubia asintió rendida, Lucia se levantó emocionada, se puso los zapatos y al abrir la puerta, se volteó—. Me encanta ser la palomita mensajera, entregaré el regalo para su amada.

Ivette inmediatamente volteó a verla para gritarle cuando observó como la puerta se cerraba con rapidez.

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Margot Rousseau.

Salí del baño encontrándome con Rebeka aún intentando armar un rompecabezas de mil piezas. Le había tomado casi toda la mañana y parte de la tarde armar un cuarto del rompecabezas, quise ayudar pero ella misma me obligó a estar en mi cama y no ayudarla bajo ningún concepto.

— ¿Si sabes que no lo armaras en un día, no?— me senté junto a ella.

— No aplastes mis esperanzas, Rousseau.

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